Esta mañana, mientras leía el INFORMACIÓN y saboreaba un café recién hecho, una nube ha tapado el sol unos instantes y al volver a dejarlo lucir un haz de luz ha iluminado fugazmente una de las fotos que tengo en la biblioteca. En blanco y negro, con cerca de 40 años de antigüedad, estamos Sergio Cardell y yo realizando un precioso "Uchi Mata", el movimiento de judo que más nos gustaba a ambos. Sergio lo hacía por la izquierda y yo por la derecha. Esa foto, en la que, desde la pared, el maestro Kano parece apreciar el intento de los dos, en su momento fue el cartel con el que presentábamos el club de Judo que habíamos creado en el antiguo edificio de Maristas de Alicante, con entrada en la calle General Lacy.

Corrían los años 70 y ya se anunciaba en este astuto y jovencísimo judoka el gran competidor, profesor y entrenador que desde el año 76 al 92 revolucionaría todos los sistemas de trabajo que se aplicaban en España en relación con el judo.

Un 11 de julio de 1992, hace 19 años, Sergio Cardell se cansaba de hacer cosas normales y desde La Carrasqueta se marchaba, en una calurosa tarde de verano, a pocas semanas de presenciar el mayor éxito que pueda tener un entrenador de judo, a esperar en esa nube que me ha hecho el guiño, junto a su gran amigo Moncho Sans, que se fue en 1978, a judokas de la talla de Isao Inokuma, en 2001, José Luis De Frutos, en 2006 y François Besson en 2010. Ahora, cuando después de un Randori, vigilados de cerca por Roland Burger y de lejos por Jigoro Kano y por Kyuzo Mifune, se detienen un rato a respirar y miran por un agujerito lo que se está cociendo en los tatamis de la tierra, seguramente sonríen y se cruzan bromas. ¿Qué les parecerá a todos estos grandes lo que se está haciendo ahora? Creo que a Sergio le gustará ver cómo su discípula Míriam ha marcado el camino que, seguido ahora por Carlos Montero, al que José Luis De Frutos observa con su brazo apoyado en el hombro del alicantino, está despejado y claramente señalizado para que la herencia que fructifica en estos momentos en el club Miriam Blasco-Arena de la playa de San Juan siga creciendo y pueda ser transmitida a todos eso jóvenes que, en algunos casos sin saberlo, están recibiendo un tesoro de conocimientos que adquirieron aquellos dos maestros, con pasión y esfuerzo, durante años dorados que, sin la menor duda, tiene su prolongación en lo que está labrándose en estos momentos aquí abajo. Cuando nos llegue el turno ya subiremos a contaros que lo hemos intentado, aunque nos dejásteis sin vosotros demasiado pronto.