Se dedica este primer domingo de julio a la reflexión sobre el tráfico, que tantos problemas está creando cada fin de semana. Se pide responsabilidad moral y social. Afecta a todos los usuarios de la vía pública: conductores de vehículos y peatones. La responsabilidad moral se relaciona con la conciencia moral de cada persona. Moralmente, el usuario de la vía pública siente cuando obra bien o mal, si está en condiciones correctas de conducir, o si es consciente de que en las condiciones en que está no debe conducir o si el vehículo no está a punto para usarlo. La responsabilidad social se refiere al deber de cada persona de respetar las normas de uso de la vía pública, para bien de la sociedad a la que pertenece. Estas normas suele darlas el Estado. Es un comportamiento exigido por la vida social. Cuando se prohíbe el exceso de velocidad, o el uso del teléfono mientras se conduce o el abuso de alcohol u otras sustancias semejantes, etc., se busca socialmente la seguridad de todo pues, de lo contrario, no se podría circular. Debo recordar la relación que tiene esta responsabilidad social con la vida religiosa. Estas normas de circulación son una forma de expresión del Mandamiento de Dios de "amar al prójimo", de respetarlo, de no hacerle daño, de ayudarle en caso de necesidad. Por eso, aquí no valen las astucias de tener comportamientos peligrosos sin el riesgo de ser cogido "in fraganti". Hay que obrar en conciencia y evitar los comportamientos peligrosos. Para bien de todos, hay que corregir los propios fallos y cumplir correctamente las normas de circulación de tráfico. Esta es nuestra responsabilidad.