El pasado 8 de junio se celebró, en la sede de Cruz Roja en Alicante, la I Jornada Provincial de Responsabilidad Social Empresarial, cuyo título coincide con el de este artículo. En la ponencia marco, planteábamos la necesidad de enfocar la responsabilidad social (RS) en el nivel territorial para poder abordar con solvencia, la naturaleza y dimensión de los problemas actuales: alto nivel de desempleo, baja productividad laboral, aumento constante del número de personas en riesgo de exclusión social, deslocalización productiva, escasa inversión en I+D+i, aumento del fracaso escolar, efectos negativos de la actividad productiva sobre el medio ambiente, percepción ciudadana de que algunas decisiones políticas, del sector financiero y de grandes empresas son parte del problema, etcétera. Todo lo cual, produce un sentimiento de frustración en una parte importante de la ciudadanía, que ve alejarse cada vez más las expectativas de mejora real de sus condiciones de vida. Huelga recordar, por sabido y repetido, el futuro incierto que le espera a la generación que ronda los treinta años, que posee una excelente preparación académica y profesional y se encuentran ante la disyuntiva de emigrar o quedarse, conscientes de que la perspectiva de calidad de vida que su tierra les ofrece será inferior a la que han disfrutado sus padres.

Como se ve, los problemas planteados superan con creces la capacidad de los agentes de desarrollo (administraciones públicas, empresas, Tercer Sector y ciudadanía) para abordarlos por separado, con alguna garantía de éxito. El modelo de RS aplicado al territorio, ofrece la escala adecuada para abordar los problemas en su dimensión real. La fortaleza del modelo de Territorio Socialmente Responsable (TSR), se asienta en su capacidad para crear sinergias a través de la acción concertada de todos los actores para desarrollar el potencial económico, social, medioambiental, paisajístico, cultural, educativo, de innovaciónÉ, del territorio. Esta acción transformadora, debe apoyarse en la relativa homogeneidad social, cultural e identitaria del territorio, para facilitar la gestión de la diversidad, ayudar a evitar la deslocalización productiva y ejercer un efecto llamada para nuevas implantaciones al reclamo de la marca territorio. Para la implementación del proyecto de TSR, es necesario que los objetivos y recursos de todos los agentes estén alineados, para forjar una economía inclusiva que valore a las personas y la comunidad, sin olvidar la necesaria sostenibilidad económica del conjunto y de las partes.

El TSR es un proyecto a largo plazo, de quince a veinte años. Un aspecto fundamental del modelo, es la acción continuada sobre los elementos clave de desarrollo del territorio. Para esto, es necesario un pacto de todas las fuerzas políticas para impulsar el proyecto, independientemente del rol que a cada partido le corresponda ejercer como gobierno u oposición. Las administraciones públicas, de todos los niveles, deben coordinarse para aportar los recursos financieros y técnicos necesarios, para impulsar la cohesión del territorio con medidas de armonización, equilibrio, eficiencia y no discriminación de ningún área del mapa autonómico. Las políticas de inversión de las administraciones, deben de buscar el equilibrio entre el desarrollo físico del territorio y las personas. La variable territorial tiene que estar integrada en las decisiones políticas, para impulsar las fortalezas del territorio como factores críticos para su posicionamiento diferencial. En este sentido, el Decreto 1/2011: Estrategia Territorial de la Comunitat Valenciana, es un instrumento valioso para la configuración de TSR, si somos capaces de desarrollar su potencial transformador. Un proyecto interesante en esta línea, es el Plan Moderna en Navarra que este año ha iniciado su implementación.

El TSR es el terreno de juego donde hay que desplegar la acción coordinada de todos los agentes de desarrollo. Para esto, hay que analizar la situación de partida y realizar un diagnóstico, alinear objetivos y recursos, establecer una visión compartida para proyectar el compromiso de todas las partes hacia el futuro, plantear estrategias, desplegar un plan de acción y establecer los mecanismos de evaluación y control de resultados. Además de los principios éticos, que son el fundamento de la RS, hay que establecer valores "funcionales" que orienten la acción a la generación de valor para todas las partes: diferenciación, productividad, internacionalización, competitividad, innovación, intangibles (marca territorio, capital social, capital intelectual, etcétera), emprendimiento, generación de conocimiento, etcétera. La gestión del modelo de TSR, precisa de un sistema de gobierno participativo y multilateral para la toma de decisiones consensuadas, donde el compromiso mutuo y la transparencia son los ejes vertebradores de la gobernanza del territorio. Pero para que esto funcione, son necesarios nuevos paradigmas de pensamiento y acción para crear nuevas formas de cooperación, que no suponga el beneficio de unos pocos a costa de la pérdida de todos los demás. Necesitamos una economía inclusiva, capaz de generar oportunidades para todos y formas alternativas de abordar los problemas con la profundidad y contundencia que la sociedad reclama. El modelo actual, ha creado importantes desequilibrios que es incapaz de solucionar desde sus propios principios de pensamiento y acción. El modelo de TSR, ofrece una alternativa más equilibrada y respetuosa con los intereses de todas las partes.

El futuro no es lo que está por venir, es lo que voy a buscar. Si no tenemos el coraje para construir nuestro futuro, alguien lo hará por nosotros