Propuesto en la primera Cumbre de la Tierra (Río de Janeiro, 1992), la ONU declaró en 2008 que cada 8 de Junio se celebrará el Día Mundial de los Océanos, por lo tanto este es el tercer año que se celebra oficialmente. El lema elegido por la ONU para esta ocasión es "Nuestros Océanos: por un futuro verde". El sentido de este lema, según Patricio Bernal, secretario general de la Comisión Oceanográfica Internacional de la UNESCO, es que "los océanos son los que están evitando en la actualidad un cambio climático catastrófico". El Día Mundial de los Océanos es un día reservado a la reflexión sobre su situación actual y sobre las actitudes que tenemos hacia ellos y sus recursos. Un día de concienciación que apenas suele celebrarse en España, sobre todo por estar tan cercano al Día Mundial del Medio Ambiente.

Junto a este lema la Red Mundial para la Conservación de los Océanos de la UNESCO lanza el suyo: "La Juventud: la próxima ola para el cambio", animando a todos, empezando por los más jóvenes, a seguir trabajando por la protección de los mares. A esta Red Mundial, cada país propone cada año diferentes actividades para celebrar este día y recordar que debemos seguir trabajando por el mar, disfrutando de él y mejorando nuestra relación para con él. Tan sólo tres entidades españolas han comunicado sus actividades de divulgación para este día tan especial: Una en La Coruña, otra en Barcelona, y otra en Benidorm (Alicante). Sorprende y agrada comprobar que una entidad alicantina como Mundomar en Benidorm haya tenido la sensibilidad y preocupación suficiente para concienciar durante este día y además poder ser merecedora de poder distribuir el Pasaporte de Ciudadano de los Océanos elaborado por la UNESCO y la Comisión Europea. Detalle éste que no debería pasar desapercibido, como suele ocurrir habitualmente, dada su importancia: porque sin duda, es necesario una ciudadanía cada vez más informada y concienciada, así como llamar la atención sobre los desafíos a los que se enfrenta la comunidad internacional en la actualidad.

Los ecosistemas marinos son extremadamente vulnerables y la sobreexplotación pesquera y la creciente acidificación oceánica amenazan crecientemente la vida marina, sus costas, y sus economías locales y nacionales. La amenaza más significativa para el futuro de los océanos es la sobrepesca. Ahora, armados con equipo de sonar, mapas satélite y datos de posicionamiento global, las flotas de pesca comercial puede realizar un seguimiento de especies en cualquier lugar del mundo. Los peces no tienen lugar donde esconderse. Como resultado, los grandes peces oceánicos -en la parte superior de la cadena alimentaria- han disminuido en un 90 por ciento en los últimos 50 años. Comer pescado es saludable, pero las crecientes modalidades de captura están destruyendo los mares. Cerca de 9/10 partes de los caladeros europeos están sobreexplotados, y alrededor de un tercio sobrepasan los límites biológicos de seguridad, es decir, la población adulta es cada vez menor e incapaz de sustituir la generación anterior. Casi todo el bacalao capturado en el Mar del Norte no ha tenido la oportunidad de reproducirse. Los arrastreros siguen dragando el fondo del mar y destrozando la vida marina que encuentra a su paso, a veces para una miserable porción de pesca. El sur del Pacífico y las aguas costeras de América están agotadas. Las comunidades de pescadores del África Occidental se ven obligados a compartir sus caladeros con las crecientes flotas pesqueras industriales de Europa. Las flotas pesqueras de Rusia y Asia crecen y se mueven con mayor rapidez para lograr llenar su flota con peces del Pacífico. En las últimas estimaciones, alrededor de un tercio de los océanos del mundo deberían declararse zona prohibida a la pesca, tal vez para siempre, sin garantía de poder regenerar las poblaciones anteriores. Películas como "The End of the Line", estrenada recientemente, y el magnifico documental "The Cove", sobre la matanza continuada de delfines en Japón, nos muestran el surgimiento de nuevos movimientos sociales similares a los que surgieron hace 50 años para luchar contra la amenaza de la "primavera silenciosa".

El aspecto curioso de esta crisis no es la enorme tragedia que muestran las estadísticas de los últimos 20 años con una dramática disminución constante de las capturas del mundo, una disminución encubierta hasta el año 2001 por las cifras inexactas que mostraba China, que las falseaba para seguir aumentando su crecimiento pesquero año tras año. Lo curioso es el fracaso casi total de Europa para adoptar medidas eficaces dando lugar a que Bruselas declarara oficialmente muerta la PPC (Política Pesquera Común). Hoy día en los círculos de conservación marina no se tiene confianza alguna en que se pueda generar una política común satisfactoria de forma rápida y sobretodo, con capacidad de ser comprobada.

Aquellos que consideran que los peces "salvajes" pueden ser sustituidos por otros de piscifactoría se encuentran en un terreno también movedizo. La mayoría de los peces de cultivo son carnívoros. Necesitan alimentos derivados de animales pequeños, como las anguilas o crill, que requieren el mismo tipo de gestión positiva que ya falta en los caladeros primarios. La única respuesta, según el estado de la ciencia actual, tiene que ir enfocada a proteger las poblaciones "salvajes" aún existentes y asegurar que todo el pescado desembarcado proviene de fuentes sostenibles. Eso significa reforzar la trazabilidad y el cumplimiento de la ley. Significa tener flotas pesqueras reducidas, incrementar el control local y ampliar las áreas de conservación marina, donde no debería haber ningún tipo de pesca. Las medidas de protección piloto que se han realizado en zonas del Atlántico norte y del sur del Pacífico han ofrecido cifras de recuperación muy elevadas y rápidas. Pero hasta ahora, sin embargo, la industria pesquera europea ha tenido el voto decisivo en la mesa de decisiones. A menos que los cambios se produzcan pronto, en un futuro no muy lejano no habrá necesidad de políticas porque, simplemente, no habrá peces. Como decía, un día para la reflexión y el compromiso.