Por las primeras declaraciones, tras la severa derrota electoral, y algún que otro análisis de politólogos de la casa común, da la sensación de que los socialistas siguen en el limbo y no se quieren dar cuenta de las razones que les han conducido en la Comunidad Valenciana al lamentable estado en que se encuentran. Sin poder, sin rumbo, sin ideas, sin personas, y lo peor consigo mismo en un ejercicio suicida de endogamia freudiana.

No sólo apuntan como causa fundamental de su derrota sin paliativos a la manida crisis que tanto tiempo negaron, en un territorio que llevan perdiendo y haciendo el ridículo electoral desde mediados de los noventa, sino que incluso apuntan como posible causa a la pérdida de valores que la socialdemocracia europea viene arrastrando desde la caída del muro. No cambian, menos de ellos la culpa es de cualquiera, incluso de los votantes, esos ciudadanos que les han traicionado dándoles la espalda una y otra vez sin solución de continuidad.

Contentarse sacando pecho con que los populares han bajado más de tres puntos en la Comunidad, tras cinco legislaturas ganando por mayorías, achacando únicamente el descenso a los casos de corrupción sin dedicarle un minuto al desgaste de poder, parece un análisis simple y con el que tratan de esconder sus verdaderas vergüenzas. El análisis correcto sería preguntarse qué es lo que han hecho tan mal para que con esos casos de corrupción, más el desgaste del poder y las luchas fratricidas, que han terminado en escisiones que les han restado miles de votos, la bajada de ellos haya sido todavía mayor.

La servidumbre de las siglas es indiscutible que en esta ocasión, como en el resto de España, ha tenido una incidencia notabilísima en el recuento final de votos, pero quedarse en esa única lectura es seguir conjugando el verbo perder hasta vaciar las urnas de papeletas con el puño y la rosa y de contenido las ideas de un partido que no se merece el trato que les están dispensando sus dirigentes y militancia pasiva durante las últimas décadas.

La errática política que han desarrollado los socialistas de la Comunidad es tan notoria para el ciudadano de a pie como invisible para ellos. En escrito remitido a este diario, que encabezaba un conocido militante socialista de la esfera de Fernández Valenzuela, se destacaba que "no se trata de sustituir personas para poner otras, sino de transformar y adaptar nuestras propuestas a las exigencias inmediatas de la sociedad". Frases que no trascienden del negro sobre blanco de un documento si no se acompañan de hechos, trabajo y sacrificios.

Si se reclama un congreso extraordinario de refundación, dónde están esas propuestas que den un giro a esa política errática para tratar de recuperar al electorado de centro, centro-izquierda o centro-derecha como gusten en denominar, o a esa juventud que navega sin rumbo por una sociedad donde no pueden aspirar ni al trabajo como derecho constitucional, o a esos indignados a los que ahora todos reclaman para sí, y sobre todo las tendentes a reconciliarse con el ciudadano de a pie, con el vecino del barrio, que ha comprobado como en vez de defender sus posiciones y necesidades se dedicaban a asumir las de otros territorios. Es momento de plasmar públicamente esas propuestas, ya no valen escritos bienintencionados, pues mientras la gaviota vuela con viento favorable, la rosa sigue marchitándose y no se vislumbra jardinero que pueda devolverle el lustre perdido dotándola del abono requerido.