Analicemos poco a poco las causas de una derrota en el seno del PSPV, evaluemos los daños en el ejercicio del diagnóstico y hagamos causa común tras un necesario debate, que tanto puede estar en el seno de cualquier foro orgánico como en el de un necesario congreso que permita dar voz a todos los militantes. Pero en cualquiera de ellos fijemos los errores y las malas costumbres. Varias de esas causas ya se han planteado: la crisis, insuficiente como argumento único; los excluidos en un torpe ejercicio de no integración, como si no fuesen necesarias manos que aporten el más pequeño valor, los distintos intereses creados que en toda organización de poder se dan, las caras visibles en las primeras filas, donde se incide de forma reiterada sin pensar en exceso si a la militancia o a una corriente siempre afín a la izquierda le importa algo esta recurrente discusión del PSPV imbuida en una dinámica perpetua. Sin embargo, hay muchas más causas que desgranaremos tarde o temprano y que deberían , precisamente en este instante, pasar a un primer plano como elemento base sobre el que actuar en la construcción de un nuevo proyecto. Dos de ellas son especialmente significativas y explican no sólo parte de los resultados sino también el malestar interno de aquella gente que de vez en cuando miran al Partido Socialista de nuestra Comunidad: son las bases, que también han de contar, un sustrato sobre el que se sustenta todo lo demás, y es la humildad que ha de llevar al dirigente a comportarse como un compañero más siendo en todo momento accesible. Esta accesibilidad y apoyo a las bases han de estar igualmente sujetas a una cuidada planificación y dotadas de recursos, también económicos. Desde ahí comenzará, sin duda, la más efectiva campaña electoral.

La educación, usada como una muleta que para las elecciones siempre sirve, expresada sin convicción, sin apoyarse en los que conocemos bien el decisivo asunto, es una estera que aguanta bien cualquier sufrida tunda, pero su importancia sigue estando vigente para quien lo voceamos en cuanto podemos. Lo hacemos para que la formación profesional devuelva el orgullo a quien llega a creer en sí mismo por estar en posesión de un título que le capacite para ejercer un oficio útil. Para que las nuevas tecnologías entren plenamente en las aulas con toda la realidad que le circunda, incluyendo redes sociales o formación de padres y docentes, de la escuela 2.0 o cualquier otra que persiga los mismos fines sin dañar la vista. Para que esa misma educación sustente una economía maltrecha y necesitada de algo más que parches circunstanciales, de grandes eventos y sin esperas. Propusimos contar a la vez con empresarios y formadores para luchar por un bien común, persiguiendo la excelencia, entendida ésta como la calidad educativa que en centros deseamos para atender a procesos y puesta en marcha de acciones innovadoras, sin descuidar lo más mínimo la progresión inclusiva conseguida hasta ahora por la sociedad y primar la universalidad de los derechos educativos conquistados. Recientemente se refirió a ello el ministro Ángel Gabilondo y no podemos estar más de acuerdo, pues lo llevamos haciendo y diciendo desde hace tiempo. Y lo recordamos de nuevo todos los que hemos sufrido los daños físicos de los centros, los que día a día y pueblo a pueblo hemos dedicado mucho de nuestro tiempo, de nuestras vidas, en denunciar la situación aberrante de una escuela opuesta a la 2.0 proponiendo además alternativas, los que decidimos ayudar al resto de organizaciones internas sin pedir nada a cambio, los que sin armar ruido denunciamos lo que no nos gusta del gobierno autonómico actual, nos exponemos y sufrimos las consecuencias, los que en definitiva y sin ambages sustentamos su discurso. Sin embargo, nuestro principal dirigente, presente en esa conferencia y asintiendo con la cabeza a las afirmaciones del ministro, no ha sido tan siquiera capaz de reconocer una organización, más que activa, como la sectorial de educación de Alicante en el seno de su propio partido y a quien ignoró la solicitud reiterada de reunión tras más de 8 meses de intentos. A la notificación de este hecho, el señor Alarte respondió sin ruborizarse que "es como si Zapatero se tuviera que reunir con todo el mundo".

Este desprecio manifiesto hacia las estructuras y organización del partido, a sus propuestas, a su trabajo diario, a la forma de canalizar iniciativas, para no reunirse con el vulgo, para no contar en el pasado ni esperar nada en el futuro, es un error de tal calibre que por sí solo explica parte de lo acontecido el 22 M.

En estas circunstancias, Alarte se asemeja a la definición del pedante que Unamuno expresa en Pensamientos y sentimientos, y que se contrapone a la del maestro dirigente que debería ser: "Pedantería es suponer que un asentado universitario es más que un dómine de párvulo y pedantería es que haya nada más fundamental que la escuela elemental. Maestro de escuela que leyendo sepa hacer llorar, y reír, sentir, e imaginar, y pensar a párvulos es maestro de enseñanza maestra, de obra maestra y prima".

Queda mucho trabajo por hacer: es necesario modernizar el partido, adecuar las estructuras, la organización a nuestro tiempo y a las personas, comenzar una nueva etapa con ilusión a pesar de todo y que nos haga reír, sentir e imaginar. Una etapa que pasa inevitablemente por que Alarte, o más bien su sustituto, no cometa nunca más estos errores.