Justo vino el temblor, yo chillé, y el bebé salió. Se ve que al mismo tiempo de chillar, del susto, salió "disparao", dice Juani, que cuenta que en cuanto parió fue rescatada por unas escaleras, chorreando sangre, aunque su marido ya había sacado del hospital al bebé el 11 de mayo en Lorca temiendo nuevas sacudidas. Las enfermeras, al conocer el prodigio lo tuvieron claro, Antonio Terremoto, sentenció la matrona. La joven madre se lo cuenta con naturalidad a la puerta de los juzgados de la ciudad a Mar Magro, una reportera que firma la crónica en el atrevido gazpacho informativo de Pedro Piqueras. Es un detalle más de los muchos que desde ese día tremendo en que se rompió Lorca hemos ido conociendo en diferentes programas, en diferentes formatos y a distintas horas. Esta semana se ha vuelto al caso. Lo vimos en España directo, que no quiere dejar la presa lorquina porque sabe que debajo de los escombros aún hay historias como la de Antoñito Terremoto que le pueden venir bien -en juego está su continuidad como formato-. El terremoto produjo un aluvión de noticias, conexiones, y reportajes hechos en las plazas para toda España, y Lorca acabó convertida en una especie de gran plató televisivo en la que costaba no darse codazos con el reportero de al lado. En casa, con el corazón paralizado ante las imágenes que llegaban, veía las calles que he pateado tantas veces, los bancos en los que he descansado, el barrio obrero de La Viña con sus casas ahora tan dañadas por la tarascada del seísmo. El bebé de esos padres jóvenes es el símbolo esperanzado de esta desgracia.

Se levanta el plató

Es lógico que conforme pasan los días se retiren las unidades móviles, que Ana Patricia Martínez, que ha sido con el equipo de La 1 otro símbolo de la televisión pública en Lorca, ya no entre a diario en Los desayunos ni en el Telediario, ni en Las mañanas de Mariló Montero. Se ha hecho un Comando actualidad, apuntando que los efectos del sismo se podrían haber evitado de forma simple, construyendo mejor, dice la arquitecta en el reportaje de Teresa Perales y Silvia Sánchez. Se ha hecho un Informe semanal, y las privadas han picoteado buscando el mantra de la televisión popular, el morbo en forma de reportaje humano. Bien. Todo vale para mantener viva la atención. Aunque han pasado los días, recordamos la imagen del ministro de Fomento, del presidente murciano, y del alcalde de Lorca firmando acuerdos de colaboración, y resuenan las palabras de José Blanco mirando a cámara porque era consciente de lo que iba a decir, asegurando que cuando se vayan las cámaras y la atención mediática disminuya, ningún ciudadano se sentirá olvidado. Aún no ha pasado mucho tiempo, y alguna cámara queda rezagada aunque los platós se han desmantelado, pero sí, habrá que estar vigilantes para que ningún ciudadano se sienta olvidado.

Ni contentos están felices

Ese poder lo tiene la tele. La pasada semana, en La noria, Jordi González conectó con la Puerta del Sol. La relación entre su programa, con contenidos que todos conocemos, y lo que propugnan los acampados, no existe. Es más, están en contradicción. Aún así, cuando la ola empieza a sacar la cabeza, la televisión puede levantarla hasta el infinito. También es verdad que cuando el foco se apaga, parece que se deshace esa cresta en un silencioso estrépito de espuma y olvido. El Movimiento 15-M vive aún momentos de gloria. Ha irrumpido en el sumario de los medios serios, y sigue despertando curiosidad, y desconcierto, en programas carroñeros, y rabia y tanta y tan sospechosa indignación en la TDT de ultraderecha como los propios indignados. La otra noche, morboso que es uno, paseé con desgana por el arrabal y descubrí que estaba guapísimo en su encendido cabreo. Ni contentos están felices. Les enfada todo. Estaba hasta Dolores Cospedal, que parece que gobernará la Castilla exsocialista entre Toledo y el plató de El gato al agua, donde ríe las solemnes burradas de Antonio Jiménez y sus felinos sin demostrar la más mínima incomodidad ante el desvergonzado sahumerio guerracivilista del espectáculo de sangre y arena, idéntico bochorno que reproducían los de Veo7 ante una Rosa Díez impávida, de derechas de lunes a viernes, y de izquierdas el fin de semana, analizaba con tirantes de bandera española El Gran Wayoming en El intermedio.

Coño, esto es nazismo

Si les valiera, los alegres niñatos de la pamema revolucionaria tendrían que hacer como le pedía un sereno analista de Intereconomía a Zapatero, "que se tire por el balcón y nos deje en paz". Otro punto de vista, también muy interesante, es el de Francisco Giménez, director general del Libro en Murcia, que con vibrante pulso literario escribe en su blog sobre Los nenicos (acampados), "coño, vamos a decirlo de una vez, esto es nazismo; nazismo de manual; falta que algún espabilado levante el culo del suelo, les pegue dos voces, y se nos ponen a desfilarÉ.". Seguro que no ve Sálvame, donde Jorge Javier es el que los pone a desfilar como líder del sádico campamento. Hasta Karmele Marchante, la tsunami de la conca anti sistema, se pira. ¿Se compunge el líder? Y una mierda. Asegura que no quiere que vuelva porque no es rigurosa en sus informaciones. Qué jeta. Ni que Sálvame fuese Intereconomía, adalid del rigor periodístico. Son tan cínicos, y tienen tanto morro, que acusan a TVE de sectarismo. Antoñito Terremoto ha llegado al mundo en un momento raro que devalúa el significado de las palabras, que se disparan para confundir. Son implacables. No tienen hartura. No sólo se inventan la realidad. Quieren imponerla. Lo malo es que hay gente que sólo se alimenta de esa bazofia. ¿Cómo hay que llamar a todo esto? Habrá que tener el piloto rojo encendido para que nuestra cámara no se olvide de que siguen ahí, como Lorca. Y con más fuerza que nunca.