De nuevo, y por tercera vez en lo que va de año, la judicatura alicantina ha vuelto a ser "golpeada" con la losa de la jubilación. Una situación que parece que está lejos cuando ejerces una actividad, pero que cuando se va aproximando nadie quiere asumirla. Y en este caso le ha tocado el turno al magistrado Alberto Facorro Alonso al que ayer se dio un merecido homenaje en Alicante con asistencia de casi 200 personas. Un acto que reúne la contradicción de la alegría por ver a tantos amigos juntos y, al mismo tiempo, la tristeza de tener que dejar Alberto lo que más ha querido en esta vida después de su mujer, Paloma, y sus hijos, como es la carrera judicial, y, en definitiva, la Administración de Justicia. Un cariño a esta profesión de ser juez que se vio correspondida por una masiva afluencia del mundo del derecho de Alicante a quien tanto ha dado por Alicante sin ser de Alicante. Porque Alberto es gallego de nacimiento pero alicantino de adopción. Como tantos otros que vinieron a esta tierra y se quedaron en ella para ayudarla a crecer y recoger de la misma las características y bondades que nuestra provincia ofrece a quien a ella viene. Ni Alberto ni Paloma, su mujer, son alicantinos de nacimiento. Pero no hace falta haber nacido en Alicante para quererla como la quieren ellos. Porque sus hijos viven y trabajan aquí, y porque la descendencia de estos también lo hará.

No sabemos si tendremos capacidad suficiente para agradecer a Alberto Facorro y a tantos otros que se asentaron en Alicante su trabajo y dedicación por mejorar las condiciones de vida y laborales de muchos alicantinos. No sabemos si podremos apreciar algún día lo que muchos alicantinos de adopción han querido y quieren a Alicante. Bueno sí que lo que sabemos. Porque a Alicante y al país se le quiere no por ser nativo, sino por ser buena persona, trabajador y honrado. Gracias por todo Alberto, porque eres más alicantino que nadie y Alicante te quiere y te querrá siempre.