El riesgo de ir demasiado rápido es pasarse de frenada. Carme Chacón, hace sólo unos días, fue a dar queja al presidente de Gobierno por la iniciativa de Patxi López de promover un congreso extraordinario para facilitar el debate interno tras la catástrofe del 22-M. Consideraba la ministra de Defensa que detrás de esa iniciativa, que ha ido creciendo a pesar de la oposición radical del presidente del Gobierno, estaba Alfredo Pérez Rubalcaba y que le perjudicaba personalmente. Ella quería primarias y contaba con el apoyo del PSC, que en eso de secundar a los paisanos son todo un ejemplo.

Por sorpresa, la ministra de Defensa, aguantando el llanto, dijo que se retira de la carrera electoral interna por una decisión "autónoma, individual y personal"; tal vez demasiados adjetivos para recolocar que no ha estado determinada o influida por nadie. Excusatio non petita.

Me imagino que habrá quien quiera ver en esta decisión un ejemplo de responsabilidad, pero a mí me parece una decisión marcada en el realismo de que oponerse a un congreso extraordinario -cuyo clamor se extiende por las bases del partido- ir a quejarse contra Rubalcaba al presidente, había dejado a la política catalana al borde del ridículo.

Desde hace muchos meses, el gabinete del Ministerio de Defensa -a cuyas reuniones ha estado asistiendo con asiduidad su marido, el asesor de Zapatero y ex secretario de Estado de Comunicación, Miguel Barroso- estaba trabajando casi a full time en la promoción de la candidatura de la ministra. Es una decisión prudente y arriesgada: nunca se sabe si va a volver a pasar el mismo tren o si va a haber hueco en la estación. Pero Carme Chacón sabía que oponerse al congreso y quejarse a Zapatero era un peso muerto imposible de levantar.