Se habló tanto y tanto de la "burbuja" de la construcción que no se puede decir que no estuviéramos avisados. Sin embargo, se siguió construyendo y se siguió comprando con entusiasmo, febrilmente. Y, claro, la burbuja estalló. Un millón de viviendas vacías y un millón de parados más, multitudes cayéndose de los andamios, miles de familias sin poder pagar la hipoteca, los bancos acumulando viviendas y viviendas y al mismo tiempo negando préstamos. Tanto se habló y al final nos reventó en la cara la realidad, la "única verdad", según Aristóteles. No nos afectó a los ojos porque los teníamos entrecerrados. Cuando no se quiere ver...

Hace unos días estalló otra "burbuja". Desde hace años diversas encuestas dicen que la mayoría de la ciudadanía desconfía de los políticos en general, que los políticos son un problema, no la solución de los problemas. Miles de personas que se comunican por internet se han convocado en las plazas de diversas ciudades de España y se han transformado en la estrella de los medios de comunicación como si se tratara del triunfo de La Roja o la guerra de Irak. Los convocantes son anónimos, no son intelectuales o artistas, políticos u obispos. Negar este acontecimiento y calcular que estas acampadas desaparecerán después del 22 de mayo es como vivir en otro mundo. El Movimiento 15-M es una demostración de un malestar que se viene incubando desde hace años. Tiene un cierto parecido con el Mayo Francés, está promovido por jóvenes universitarios que se sienten defraudados y descubren que esta democracia, de la que disfrutamos desde hace más de tres décadas, podría ser mejor, más participativa (primarias, listas abiertas, un senado parecido al alemán, etcétera).

Se trata de un movimiento de grupos diversos, proveniente también de diversos y diferentes descontentos y frustraciones. Algunos hablan de apoliticidad cuando quieren explicar el fenómeno. No es cierto. Serán apartidistas, de acuerdo, pero no apolíticos. Lo que están haciendo en el Ágora de las plazas públicas, es política, y la política se define también por la táctica y la estrategia. Las utopías movilizan, y cuando una es satisfecha, siempre hay otras. Pero conviene siempre asumir qué es lo inmediato. Pensar que todos los partidos políticos son iguales es un error. Hay que seguir reclamando cambios, elaborando reivindicaciones. Como decía Machado se hace camino al andar... y el camino termina más allá del horizonte.

Este movimiento, ahora, se enfrenta a una etapa compleja: la posible frustración porque no se logren satisfacer -¡ya!- las reivindicaciones justas y exigibles. No se pide lo imposible, sino derechos consagrados constitucionalmente (trabajo, vivienda, educación, salud). La situación, repetimos, es compleja, porque coordinar y organizar tantas voluntades, tantas personas diferentes, no es nada sencillo y ahora intervendrá, como siempre, el "factor humano": la lucha entre sectores puede llevarlos a reproducir aquello que rechazan. Compleja porque se les querrá manipular, utilizar, desde dentro y desde fuera. Compleja, también, porque el éxito depende de una inteligente política de pactos, de alianzas con partidos políticos (a los que hoy se rechaza), sindicatos, ONGs, etcétera, y negociar siempre significa ceder algo, asumir compromisos y por ende riesgos peligrosos.

Hay quienes han pretendido simular no enterarse de que el malestar es contra el sistema mismo. Convendría no apresurarse a definir o etiquetar este movimiento de tantas personas, no todas jóvenes. Recordemos a Hessel y Sampedro, dos molestos e irreductibles viejos de 94 años, que no han pasado por la vida mirando para otra parte.

Lo evidente y constatable: reconocer que el 15-M obliga a una reflexión al conjunto de la sociedad. No se ha salido de esta crisis y habrá otras, quizás peores, si el "mundo del dinero" no es controlado por los gobiernos y éstos no responden a las necesidades de los ciudadanos. Se trata de un movimiento pacífico y seguirá siendo pacífico, pero eso no depende sólo de todas y todos los que nos hemos hecho visibles estos días en las plazas y en las calles. Es de desear que tanto desde el Estado como desde el movimiento surgido el 15 de mayo se actúe con inteligencia. Como era de esperar, el mundo no se ha acabado el día 22.