Tiene gracia que sea precisamente Patxi López quien haya puesto en marcha

el nuevo debate urgente en el PSOE con su propuesta de relevar, primero, a Zapatero dentro del partido y presentar, luego, al sucesor como cartel electoral. Es decir: ni primarias ni bicefalia. Digo que tiene gracia que López marque la agenda porque el suyo ha sido un resultado para ponerse a llorar. En las juntas generales de las diputaciones vascas, ha bajado del 27% al 17%. Y en las municipales, del 25% al 16%.

Un revolcón en toda regla que solo en parte se debe a la irrupción de Bildu en el recuento, ya que el PSE por si mismo pierde uno de cada cuatro votos, y la cuestión a debatir es qué le ha perjudicado más: si la actitud cerrada del Gobierno español hacia la coalición abertzale, o la disidencia al respecto manifestada en las propias filas del socialismo vasco, donde uno de los defensores de legalizar a Bildu, Odón Elorza, se ha visto superado por la coalición en el consistorio donostiarra.

La autorización del Tribunal Constitucional ha sido recibida con tristeza e incluso con indignación por sectores diversos, que comprenden a todo el PP y a parte del PSE, pero ha tenido la virtud de dejar una cosa meridianamente clara: cuando se pueden presentar, en el País Vasco ganan los nacionalistas. Un 57% es lo que resulta de sumar PNV y Bildu en las juntas, que mandan mucho. Arrasan en Vizcaya y Guipúzcoa, las más pobladas.

Desde luego, a cualquiera le da repelús pensar que los hermanos políticos de los asesinos de tus compañeros, amigos e incluso familiares se sientan en el escaño de al lado, pero más de un cuarto de millón de electores han decidido que así sea, y al hacerlo han dejado en evidencia que el pacto de gobierno que convirtió a López en lehendakari se basa en un espejismo, de difícil repetición si la presencia institucional de Bildu acelera la ansiada desactivación final de ETA. Pero López no se da por aludido y lanza su mensaje al PSOE: volvamos a lo de antes, a cuando el congreso elegía a un líder único e inequívoco. No sea que el asunto se estropee más todavía. Y aunque venga de un gran perdedor, la propuesta está calando. Los barones le han visto al lobo algo más que las orejas: le han visto los dientes. Les ha pegado un buen bocado y no están para filigranas.