Siento no haber sabido transmitir a los ciudadanos la razón de las reformas que ha sido necesario adoptar por culpa de la crisis económica" ( J. L. Rodríguez Zapatero)

Esta es la sorprendente declaración del presidente del PSOE y del Gobierno después del revolcón que tanto él como su partido se han llevado en estas elecciones. Por lo tanto, pretende seguir gobernando como si nada hubiera pasado. Y sí que ha pasado. Ha pasado que los españoles han sacado el pañuelo verde para echar al toro a los corrales: le han planteado al Gobierno socialista una evidente moción de censura, la que no ha podido presentar la oposición. La diferencia estriba en que esta moción de censura no se evita comprando las voluntades del PNV o Coalición Canaria.

Se le han abierto al Gobierno socialista dos frentes: el de las concentraciones en las plazas, testimonial, y el de los votantes de estas elecciones, también legítimo pero además, legal. La conciencia está en las plazas, el poder está en las urnas. Esto es democracia auténtica. Y en cuanto al incuestionable vencedor, el Partido Popular, cuidado con la euforia. Ojalá no se crea que los votantes le han dado un cheque en blanco, porque no es así. El mensaje de las urnas al PP está más próximo en mi opinión al otorgamiento de una opción para, una vez expulsado el PSOE del paraíso del poder por incompetente, dirigir la revolución pacífica, política y social que España requiere para recuperar su futuro. Leyendo en el escaso verbo de Mariano Rajoy en la noche de su triunfo electoral creo apreciar que puede haber captado este mensaje, pero no todos son Rajoy en el PP. Cuidado, si el PP se equivoca como lo hizo el PSOE, la revolución que se avecina será menos pacífica, porque lo que es evidente es que se producirá.

La indignación de las plazas ya está en las urnas, que es donde pesa, y le ha pesado al PSOE. Ahora podemos considerar asombroso que el partido del Gobierno no se haya percatado de un detalle: que la paz social de la que alardeaba durante lo más duro de la crisis no sucedía gracias a su buen hacer y a su dominio de los agentes sociales, sino a otra circunstancia más simple.

Sencillamente, los españoles podemos resistir pacientemente la pérdida de nuestro propio bienestar, pero nos parece intolerable que nuestros hijos pierdan su futuro. De aquí que los votantes hayan presentado la más rotunda de las mociones de censura que un Gobierno pueda enfrentar. Tanto por ellos como por los concentrados en las plazas.

Con un mínimo de respeto a la democracia y al pueblo español Rodríguez Zapatero debe disolver las cámaras y convocar elecciones lo antes posible, y el PP aplicarse el cuento de que en España casi nada puede seguir siendo igual. ¿Dará por fin la talla nuestra clase política? Esperemos que sí, porque lo contrario sería para echarse a temblar.