Bob Dylan cumple setenta años. Acaba de tocar en Pekín, donde ha aceptado la censura de sus canciones más representativas. El ascenso al septuagenariado del poeta obliga a plantearse cuál es su canción más representativa. Se debe responder a bote pronto, sin dejar hueco a una competición artificial entre el medio millar de composiciones con su firma. Es muy probable que la ganadora esté datada en 1965, cuando el artista protagoniza una epifanía de cuatro álbumes que sólo puede compararse a arrebatos similares de Einstein o Picasso. Casi sin pensar, el título que emerge una vez y otra es Like a rolling stone. No en vano se trata de una oda a la repetición que no envejece. Sísifo a caballo se transforma en la mujer que "cabalgaba con su diplomático" y despreciaba las maneras de payaso del cantante. Dylan cumple 70 años. Sus canciones, no. La revista Rolling Stone decretó que Like a rolling stone es el título más importante del siglo veinte. Aunque se detecta un cierto favoritismo en la coincidencia, costaría desmentir esa adjudicación. Es una canción de amor contra una mujer, Miss Solitaria. Desborda una hiriente ambigüedad, como todas las composiciones de su autor. Radiografía la anatomía del orgullo, la devolución de la moneda a quienes concibieron al poeta como un profeta. Por supuesto, los ingredientes no explican sino que enturbian el resultado final. A falta de decidir qué drogas formaron parte en su creación, funciona como un rayo láser para que el bufón increpe a la princesa.

Like a rolling stone no contempla una reivindicación del vagabundo o rolling stone que Dylan acometerá en otras canciones, como Like a hobo. En este autorretrato vuelve a perfilarse como la persona "que no encaja" de Just like a woman. La canción del siglo es el reencuentro del autor consigo mismo, la primera vez en que se desprende del papel heroico que le atribuían sus devotos. Blowin' in the wind alumbra rítmicamente un fuego de campamento o una celebración religiosa. Like a rolling stone no parece escrita por la misma persona, y a nadie se le ocurriría incluirla en el cantoral de una misa. "Había una vez en que vestías tan estupenda/ arrojabas primorosa un céntimo a los mendigos, ¿no es cierto?"

La mejor canción de Dylan es una catilinaria de seis minutos, el desquite terapéutico que los amantes despechados -"ahora no pareces tan orgullosa"- aspiran a protagonizar un día. El cantante humillado taladra inmisericorde a su destinataria con un "¿qué se siente?" mortificante. El artista no canta la composición, la escupe. La ha reinterpretado con variaciones sustanciales en centenares de ocasiones, probablemente sin igualar la versión primitiva. La víctima de los improperios no es una persona concreta, el cantante estaba empeñado en defraudar a quienes deseaban encorsetarlo como líder de una revolución. "Quiero aguijonearlos", le declaró precisamente a la revista Rolling Stone.

El contenido reivindicativo no oculta un tono movilizador. Like a rolling stone es uno de los grandes momentos en la exaltación de la libertad individual. Poblada por desharrapados dickensianos, logra el "éxtasis triunfal" celebrado por Allen Ginsberg. El príncipe a cuya grupa se subió la protagonista de la canción "se llevó todo lo que pudo robarte". Sobre todo, su historia será contada por los juglares "que no te dignabas ni a girarte para mirarlos". Dylan monta una representación dramática donde el pícaro se erige en el juez que exige responsabilidades. "Nadie te enseñó a vivir en la calle,/ y ahora tendrás que acostumbrarte a hacerlo".

Aunque el consenso empuje hacia Like a rolling stone, cabría preguntarse qué canción de Dylan elegiría el autor de todas ellas. Por supuesto, jamás la haría pública, de modo que los pronunciamientos en sus entrevistas funcionan como una cortina de humo. El artista ha apostado por la consoladora To Ramona, otra canción de ruptura. Un dylaniano autoconsciente se inclinaría probablemente por Desolation row. Para gente de orden, Mr. tambourine man ofrece las dosis mínimas de rebeldía y la suavidad que permite colocarle un Phil Collins en la casilla siguiente del iPod.

Los enemigos acérrimos de la voz nasal de Dylan pueden disfrutar Like a rolling stone en las infinitas adaptaciones de la canción. Entre las versiones más sorprendentes y recomendables destaca la italiana Come una pietra scalciata, una traducción al hip-hop que preserva íntegra la energía nuclear del original. Sus autores han tenido la osadía de agregarle los sobretonos de canción protesta que su autor deseaba evitar a toda costa. La creatividad obliga a revolverse contra los genios con sus propios materiales.