En general, la injusticia es rentable. En la guerra siempre hay intereses económicos que la motivan y acaban enriqueciendo a los vencedores. Es interesante que se hable del diferente rasero que Europa y EE UU emplean según sean los intereses: Qatar, Arabia Saudí, Marruecos... Algunos tiranos son rentables.

Hay conflictos económicos que producen millones de muertes. A causa de los precios de los medicamentos, cada día mueren en el mundo 8.000 personas por enfermedades curables. Las empresas farmacéuticas y las químicas ganan cientos de miles de millones de dólares. Es un genocidio rentable para algunos. En el planeta de los obesos, mueren de hambre 24.000 personas al día, el 75% niños y al año, pasan hambre mil millones de personas. Las empresas exportadoras de alimentos cultivados en países forzados al subdesarrollo tienen sede en paraísos fiscales, pagan salarios de miseria a los agricultores y no pagan impuestos en los países productores. Es un genocidio rentable para algunos. El negocio de los teléfonos móviles origina guerras en el Congo por el coltán, que desde 2004 cuesta la vida a cien personas cada día. Telefónica ganó más de 10.000 millones de euros en 2010 y en plena crisis y Nokia más de 2.000 millones de euros. Es un genocidio rentable para algunos. El consumo de los vehículos y la falta de una política energética sostenible crea dependencia de los tiranos del petróleo que expolian países enteros, condenan al hambre a millones de personas y ensucian el planeta. La petrolera Exxon Mobil ganó en 2010 más de 30.000 millones de dólares; Repsol triplicó sus beneficios y llegó a más de 4.500 millones de euros. Es un genocidio rentable para algunos.

Podríamos seguir horas. El capitalismo liberal es genocida y como tal debería tratarse en el Tribunal de Derechos Humanos y en la Corte Penal Internacional. A los de este lado del desarrollo nos llega petróleo, medicinas, comida, teléfonos móviles... pero no sabemos qué precio real estamos pagando por ello. Lo más importante es reconocer el desarrollo económico no como fruto de unas buenas prácticas sino como un proceso en el que unos ponen hasta la vida para que otros disfrutemos de los beneficios.

Por eso, es falaz la idea de que en estos momentos de crisis hay que recortar la ayuda al desarrollo de los países empobrecidos porque son prioritarios los pobres del Norte. El debate no es qué pobre es más importante sino por qué se están dando cantidades ingentes de dinero a los ricos que han generado esta crisis y se disminuyen derechos básicos de ciudadanía. El dinero de la cooperación al desarrollo que la Generalitat Valenciana y ayuntamientos han recortado no va a reforzar los servicios del Estado de Bienestar sino a pagar las deudas de los culpables de la crisis. Es el colmo de la rentabilidad de la injusticia.

El capitalismo no mata sólo con balas, hace caja con cada muerte por sida, hambre, hipoteca, despido o unas simples diarreas. ¿Por qué a unos genocidas se les bombardea y a otros les pagamos su especulación financiera, su evasión fiscal y les damos más poder? ¿Les damos el poder o lo toman ellos? En ese caso, se llama golpe de Estado.