De los dos plebiscitos que iban escondidos, al parecer, en las elecciones del domingo, el formulado por el PP contra el Gobierno del PSOE resultó que sí, o sea, que no, es decir, que las mayorías están hasta el gorro del partido de Rodríguez Zapatero. El otro plebiscito, el que lanzaron los acampados en las plazas y que propugnaba la abstención, el voto en blanco o el voto para Izquierda Unida, corrió una suerte desigual: la abstención fue la misma nutridísima de siempre, el voto en blanco y nulo sumaron un millón de desamparados sufragios sin destino, e Izquierda Unida se quedó, más o menos, como estaba, pues no se puede estar a la vez en misa y en la procesión.

Pero aún llevaban las elecciones un tercer plebiscito incorporado, el de la pertinencia de que Bildu concurriera a las elecciones para salvar de la marginalidad política a una gran masa electoral y para alejarla definitivamente de la aberración de la violencia, y ese plebiscito, como el PP el suyo, lo ganó Bildu arrolladoramente.

Pero ahora, ya, la cuestión es otra: ¿cuánto tardarán las nuevas comunidades y ayuntamientos del PP en reeditar las taras de los del PSOE que les precedieron? A menos que se pongan a crear como locos puestos de trabajo dignos y estables, y a construir escuelas, centros de salud y residencias públicas, a combatir el caciquismo, el nepotismo, el clientelismo, el sectarismo, el comisionismo y la corrupción, y a obrar sólo en aras del interés común, tardarán muy poco. La escalofriante circunstancia de que los implicados en la trama Gürtel que sarpullían sus listas han obtenido el refrendo de la mayoría, no puede sino alimentar el pesimismo más sombrío, pues no introduce, sino antes al contrario, el menor signo de regeneración política. Es decir; que sí, que el PP ha ganado, pero, con ello, ¿qué habrá ganado la gente? El turnismo es lo que tiene, poca o ninguna renovación más allá de algunas cesantías que, por lo demás, suelen ser cómodas cesantías.

También mucha gente ha debido pensar, por último, que para que el PSOE siga haciendo la política del PP, casi es preferible el original, y de perdidos, al río. Tal es, en el fondo, el cambio operado bajo la lámina azul que se ha dibujado sobre el mapa político: ninguno.