Decía Felipe González hace unos meses en un almuerzo en Alicante, previendo lo que estaba por venir, que los partidos se lucen en las elecciones generales pero su supervivencia depende de lo que obtienen en los comicios locales y autonómicos. Así que, de acuerdo con su razonamiento, después del pasado domingo sólo cabe decir que el PSOE ha entrado en coma en España y que, por tanto, no es exagerado sostener que se encuentra en la situación más crítica de su historia reciente, tomando por ella la que empezó a contar el mismo día en que murió Franco. Ni siquiera cuando el propio González perdió frente a Aznar las elecciones de 1996 y luego se dio el piro en un congreso en el que, como escribió Rodolfo Serrano, por no dejar no dejó ni a Alfonso Guerra ser el muerto en su entierro; ni siquiera entonces, digo, que aún había barones, el socialismo se había encontrado en una encrucijada mayor. Es de supervivencia, ahora, de lo que estamos hablando. Y no está clara.

Pero éste, como saben los lectores, no es un espacio destinado a analizar la política nacional, sino la de la Comunitat Valenciana y la de la provincia de Alicante en particular. Y en ese terreno habrá que decir que el PSPV no está en coma, sino agónico, esperando los santos óleos y la bendición apostólica de etc., etc., para descansar de una vez en el cementerio que él mismo se ha ido construyendo, nicho a nicho, durante casi dos décadas. Bueno, pues aun con esas (y lo siento por los políticamente correctos y mucho más por la pléyade de analistas y tertulianos de Madrid, a quienes tanto admiro sabiendo lo difícil que es hoy en día cobrar por no hacer nada), el PP también tiene aquí lo suyo y mucho de ello no es bueno. Intentaré explicarme. Vamos por partes.

El circo. Aunque, tratándose de los socialistas valencianos, uno no debe jamás olvidar que tienen montado, en el sentido más literal del término, un circo, y que por tanto su especialidad es la de hacer honor al lema del más difícil todavía, lo cierto es que se podría decir que tras el 22M el PSPV ha alcanzado sus más altas cotas, si no de miseria, sí de ineptitud e ineficacia. En realidad, es el tributo a toda una legislatura en la que, nada más empezar, expulsaron de su reino, que no es de este mundo, al candidato que habían llevado apenas unos meses antes a las Cortes, Joan Ignasi Pla. Una legislatura en la que promovieron como jefes de filas en el Congreso a tres cabezas de lista, todos los cuales estaban en el Gobierno, que les duraron menos que un smartphone a la puerta de un instituto (digo por Bernat Soria –Alicante–, Fernández de la Vega –Valencia– y Jordi Sevilla –Castellón–), ninguno de los cuales está hoy activo en el partido y todos los cuales fueron elegidos, aunque parezca que hace un siglo, hace poco más de tres años. Una legislatura en la que encumbraron y derribaron, ambas cosas en tiempo récord, a la benidormense (¿o es de León? ¿o de Donosti? No sé: depende de la tele que miren) Leire Pajín. Traicionaron todos sus principios en el pueblo de la susodicha con una moción de censura que no había por dónde agarrarla y que, a la postre, han pagado, después de ser carne de audiencia en todas esas teles de las que antes hablábamos. Una legislatura en la que hicieron un congreso en el que entraron escorados a la derecha y salieron sin saber dónde tenían el norte pero, eso sí, divididos como siempre y con un nuevo secretario general (me van a perdonar, pero he perdido la cuenta de cuántos van) que una vez más no era parlamentario, luego no podía medirse con Camps en el foro político por excelencia que, por muy maltratadas que estén, siguen siendo Les Corts. Lo cual que, debido a ello, y como vienen haciendo desde 1995, cuando Joan Lerma salió huyendo, buscaron a un tipo para que en el Parlamento autonómico diera la cara por el nuevo líder (?) del partido y encontraron a un Ángel Luna deseoso de hacerse perdonar su propio pasado. Pero el error seguía siendo el mismo: cada debate en sede parlamentaria ganado por Luna sólo podía entenderse como minusvaloración de Alarte; a cambio, cada confrontación perdida con Camps era una derrota de todo el partido.

Item más. Jalearon y luego se cargaron a un delegado del Gobierno, justo cuando el Gobierno, el de Zapatero digo, por su mala cabeza y peor marketing, lograba lo nunca visto: que cuanto más dinero gastara (AVE, aeropuerto de Alicante, Volvo...), peor fama tuviera. Se pasaron media legislatura en Elche, la ciudad más importante que gobernaban, primero debatiendo si el alcalde que había era mejor o peor que el que se había ido (¡a pesar de que el otro se había largado porque quería y a éste lo habían puesto ellos!) y luego con el follón de que una concejal pusiera en almoneda su persona (lamento si suena mal), mariposeando con transfugarse al PP y regalarle el gobierno a cambio, claro está, de un estipendio. Constituyeron, forzados, una ejecutiva provincial a la que despreciaron desde el primer día y cuya titular acabó por perderse el respeto a sí misma y a sus ideas. Y en Alicante, por ir terminado aunque podríamos seguir ad nauseam, se les fugó la cabeza de lista a las primeras de cambio y a partir de ahí, a pesar de que tenían 14 concejales contra 15 y además 10 asesores (¿lo repito, o se hacen una idea?), se dedicaron a canibalizarse entre ellos y a promover el ascenso y caída de, en total, tres portavoces en cuatro años. Para rematar, colocaron de cabeza de lista para estas elecciones a alguien que no tenía ni la experiencia ni las tablas suficientes para afrontar tamaña batalla, ni las quería tener. Y le colocaron al lado a un señor que sólo de verlo asusta. Lo mismo después de todo esto, aún querían salvar los muebles.

Fracaso inapelable. No quedan muebles. El secretario general del PSPV ha sufrido una derrota implacable, justo cuando el PP más acosado estaba por los escándalos de corrupción y por la guerra civil que su partido vive en Alicante. Pero en la misma trinchera la lista de bajas con galones es inacabable: el vicesecretario general del partido, Alejandro Soler; la secretaria de Organización y, por tanto, número 3 de la formación, Elena Martín; la secretaria provincial, Ana Barceló, la vicesecretaria, Marylen Albentosa... Tremendo. No se sabe si Ángel Luna decidió pasar el trago de la noche electoral en Valencia, en vez de en Alicante, que es su teórica circunscripción, por miedo o por vergüenza. Lo mismo fue por depresión.

Sin explicación.Valen todas las excusas que ahora se quieran poner: la mala gestión de la crisis económica por parte de Zapatero; el fundido en negro (negro simplemente o negro subvencionado) de importantes medios de comunicación, entre los que Canal 9 sólo es más deplorable porque se nutre de dinero público; la extensa red clientelar urdida por el PP en estos más de tres lustros de gobierno absolutista, la fragmentación del voto de izquierda frente al monolitismo, sólo roto en Alicante, del de derechas... Valen, porque todas son ciertas. Pero el PSPV debe darse cuenta de que todo eso, en sí mismo, no explica el enorme varapalo que, en circunstancias como las que se habían conjurado en esta legislatura (la primera en que un president de la Generalitat es procesado, la única en que un presidente de una Diputación de tanto peso político como la de Alicante es detenido) ha sufrido. Expertos, como siempre hemos dicho, en perder elecciones y ganar asambleas, es seguro que los dirigentes socialistas se aprestarán ahora a convocar primarias, congresos y comités en los que cambiarán lo que haya que cambiar para que nada cambie. Se equivocarán una vez más, pero ésta puede que sea definitiva. En la misma noche del pasado domingo, Valenzuela ya estaba moviendo en Alicante las aguas para llevarlas a su molino, que se lo pregunten si no al exconcejal Lalo Díez. Pero que Valenzuela no sea el futuro no invalida la clarividencia de la afirmación que hizo el día en que debatió en la sede socialista con Elena Martín: el suelo, el famoso suelo del PSOE, va a moverse. Y tanto. Más que en Lorca. Los socialistas podrán mantener montada la carpa, pero los saltos mortales a partir de ahora ya son sin red.

Decía, sin embargo, que un análisis hecho desde aquí tampoco puede ser amable con el PP. Eso que lo hagan en Madrid. Aquí hay que decir, primero, que ésta ha sido la legislatura de los fiascos: el fiasco de los grandes eventos (la Fórmula 1, por no mentar la resaca delictiva de la visita del Papa, etc.), que han costado más a los ciudadanos de lo que reportaron; el del gobierno sin rumbo y pendiente más del Tribunal Superior de Justicia que de los ciudadanos; el de la quiebra económica de la Generalitat, que ha llevado a tantas pymes a la ruina; el de la pérdida del poder financiero de una comunidad que llegó a tener la tercera y la cuarta cajas de este país; el de los barracones, el de los dependientes, el del turismo, el principal segmento del PIB –hoy más que nunca, si cabe– tomado siempre a chufla... Y dirán que aún así han ganado, y es cierto. Pero... con peros. No ha ganado tanto el PP por sí mismo, como por la debacle –mezcla como hemos dicho de los errores de Madrid y los de los indígenas– de los socialistas; es decir, por falta de alternativa. Y los números, aunque no se los voy a detallar aquí, que para eso hay páginas analizándolos en extenso, lo demuestran. De todos los presidentes autonómicos que gobernaban en nombre del PP, Camps es el que peor resultado obtiene, casi cuatro puntos por debajo de lo que sumó en 2007. Y, por primera vez en la historia, en muchas de las grandes poblaciones, caso de Alicante, la lista autonómica recibe menos votos que la del mismo partido al Ayuntamiento. Eso no es normal. Jamás ocurrió ni con Lerma ni con Zaplana. ¿Porque eran más apuestos, respectivamente, que José Luis Lassaletta o Luis Díaz Alperi, valgan los ejemplos? No. Porque los candidatos locales siempre pierden votos en favor de candidaturas independientes o escindidas de última hora que, no teniendo referente autonómico, sí que dan su papeleta a las Cortes al partido que más se les acerca. Pero esta vez, no. En esta ocasión ha habido un claro rechazo, de miles de votantes (más de cuatro mil, sólo en la ciudad de Alicante) a la lista autonómica, que aunque la encabezara Sonia Castedo en el imaginario colectivo electoral representaba a Francisco Camps. Esa es la realidad.

Lastre para el PP.Dicen, los que mucho saben de esto en Madrid, que los electores no han pasado factura al PP por la corrupción en la Comunitat Valenciana. Pero no es verdad. Camps ha sido, a las pruebas me remito, un lastre para su partido: ha sacado menos que los demás, en una autonomía donde, sin los casos de corrupción y dada la postración en que se encontraba su rival y la pésima política de imagen desarrollada por Zapatero aquí, todo estaba predispuesto para que, como apuntaba el CIS y se equivocó, obtuviera un resultado récord. Ha quedado muy lejos de eso. Sólo ha sacado del hundimiento del PSOE un magro diputado, frente a los tres concejales que, por ejemplo, se ha apropiado Castedo en Alicante, y encima ha bajado en votos y porcentaje. Los tertulianos madrileños, a los que hay que disculpar porque entre porra y churro tampoco están para sacar muchas cuentas, podrán hacer sesudos análisis sociológicos sobre el perdón de los pecados que, según ellos, se ha practicado en la misa del último domingo. Pero los asesores de Rajoy seguro que lo miran más al detalle. Y eso no pinta bien para Camps.

Ya sé que está mejor visto quejarse de lo contrario, pero sostengo que los casos de corrupción sí han tenido coste. Camps no ha dado la talla: es el único de los barones del PP que no alcanza el 50% de los votos; incluso Esperanza Aguirre, bajando, supera ese listón. Pero también está ahí la sorpresa de Orihuela, la zona cero del ´caso Brugal´, donde Mónica Lorente ha perdido contra todo pronóstico una hegemonía que el PP mantenía desde que aún era AP. Y está Ripoll, cuya debilidad por esos mismos escándalos le ha llevado en los últimos meses a olvidarse de que era, no sólo el presidente de la Diputación, sino sobre todo el presidente del partido, y que ahora puede pagar caro esa inhibición. Todos los municipios en los que él, por activa o por pasiva, era fuerte, han palmado: hasta Aspe, quién se acordaba de ella, donde la vicepresidenta a la que llamó su «Obelix», y que estaba allí exiliada, ha perdido. Que en muchos casos sea porque el propio Camps los estaba asfixiando no cuenta: él se lo permitió, a pesar de haber ganado un congreso.

Con los resultados de este domingo, Camps lo tiene chungo. Gobernará con mayoría absoluta, pero le van a perder el respeto tanto en Génova como, lo que es peor, en sus propias filas (donde son muchos los que sólo piensan en la sucesión) y en el Tribunal Superior. Y Ripoll también lo tiene mal: es difícil pensar que, en esta situación, nadie se apreste en su defensa para que siga al frente de la Diputación. Lo cual que yo, de él, me adelantaba a buscar una salida antes de que me enseñen a las bravas la puerta. Lo malo es que en su situación todo es un problema, porque ser senador territorial supondría elevar a Madrid el ´caso Brugal´, algo de lo que Rajoy no quiere ni oir.

Depende de ellos. Queda aún una cosa por señalar: el 15M. Muchos piensan que es un movimiento de perroflautas. Y muchos más creen que ni ha servido ni servirá para nada, a la vista del escrutinio. No es así. Sólo el estado de opinión que han generado esos jóvenes y viejos reunidos en plazas ya vale la pena. Pero, además, si el resultado, bastante razonable, de Esquerra Unida, cabe achacarlo a votantes directamente provenientes de un PSOE cuya política ante la crisis les ha defraudado, el éxito de Compromís, por quien nadie daba un duro; incluso la entrada en algunas instituciones, como el Ayuntamiento de Alicante, de UPyD, digo, sólo puede relacionarse directamente con ese movimiento. Si los «indignados» son lo bastante fuertes y lo bastante inteligentes como para aguantar este tirón y comprender que su trabajo, a la larga, no es en vano, lograrán cambiar unas reglas de juego que tuvieron su sentido hace casi cuarenta años, pero que ahoraå están podridas. Si ellos se rinden, todos estaremos condenados. ¿Que es mucha responsabilidad sobre sus frágiles hombros? Bueno, también el trapecista se juega la vida en el alambre y encima seguro que no llega a mileurista.