Es lógico que existan personas, jóvenes y menos jóvenes, que salgan a la calle a reclamar mejoras en nuestro país. Es razonable que la gente quiera una sociedad mejor y que si todos los días, todas las tardes y todas las noches están dándole vueltas a cómo encontrar un trabajo, cómo no perder el que tienen, o cómo sobrevivir con sueldos bajos, se organice una especie de llamada común a la reflexión de lo que hace unas semanas llamábamos la unidad ante la crisis.

Nunca se ha visto nada igual antes de un periodo electoral con decenas de miles de personas reclamando en la calle un cambio en la sociedad. Pero no solo han sido los jóvenes, sino que también personas de todas las edades se han acercado en presencia y espíritu a la Puerta del Sol, a la Plaza de la Montañeta, rebautizada como del "15-M", y a las plazas más emblemáticas de nuestra geografía para encontrar un espacio céntrico en el que concentrarse y reclamar un "Basta ya" ante el parón que sufre la sociedad.

Nos hemos llenado la boca de decirle a todo el mundo que para encontrar trabajo, para promocionarse alguien en el que tiene, para ser mejor, en definitiva, había que estudiar, formarse bien, ser mejor persona y estar preparado para cuando tengamos que ofrecernos para el trabajo que demanda todo aquél que no lo tiene, o para promocionarse el que lo tiene y aspira a algo mejor. Sin embargo, la realidad luego ha sido muy diferente a lo que hemos demandado a los jóvenes y menos jóvenes, porque cuando ha habido que tomar decisiones de selección en cualquier área siempre han primado otros factores antes que lo que se le ha reclamado formalmente a la ciudadanía. Y, así, lo han hecho más los factores del amiguismo por encima de la formación y preparación del aspirante. Porque les hemos dicho a los jóvenes que estudien, que hagan carrera, que se formen mejor haciendo un buen Master que cuesta una buena suma de dinero, que se inscriban en la formación profesional. Pero cuando estos presentan sus credenciales de formación, actitud y aptitud resulta que nada de eso les ha valido. Y ello porque al final esos requisitos no eran los que internamente iban a exigir los que tenían que decidir. Porque a eso de la formación y la preparación que se les ha reclamado se omitía el dato más importante relativo a que si "no eres de los míos" lo anterior no vale. Una teoría que desarrolló con extraordinaria elocuencia y grafismo Francisco Sánchez en este diario el pasado domingo y que viene a ser una de las grandes verdades que rodean a la sociedad. Y una de las razones que conllevan que la desmoralización esté ocupando los corazones y las mentes de cientos de jóvenes y menos jóvenes.

Aunque parezca que la imagen de las concentraciones fuera solo de jóvenes, tras ellos había cientos de miles de personas que en sus casas les apoyaban, pero que no tenían la fortaleza para hacer el esfuerzo de seguir tres o cuatro días en las condiciones de permanecer a la intemperie. Lo que no resta a que la reclamación sea la de millones de personas que también reclaman un "guiño" de puesta en común de que esto debe cambiar. Que es preciso ayudar a quienes quieren abrir un negocio para apoyarles económicamente en lugar de ponerles mil trabas que les hacen inviable afrontar su idea. Que es preciso atribuir de una vez por todas al mérito y capacidad el lugar que se merece en la sociedad y hacer desaparecer el enchufismo, el amiguismo y las selecciones basadas en lo que no sea la formación y el mérito. Que hay que permitir que el dinero pueda estar de nuevo en circulación para que quien tenga una idea la pueda llevar a cabo. Porque si una cosa está clara es lo que muchos taxistas señalan cuando te subes a un taxi, -son los mejores analistas de la crisis, estimado lector- ya que si no circula el dinero la crisis no desaparecerá, si no se flexibiliza el crédito será imposible que el consumo vuelva a recuperarse y que el gasto debe recuperarse por la propia capacidad de las personas de volver a afrontarlo sin miedo a lo que mañana pasará. Porque el que dispone del mismo tiene miedo a perderlo y lo guarda, el que lo quiere no lo puede tener porque no se lo dan. Y al que no lo tiene, ni tiene opciones porque no ve salidas solo le queda la opción de salir a la calle y decirle a todo el mundo que salga alguien que cambie esto. Es lo más humano, lógico, razonable y de sentido común que he visto hace muchos años. ¿o no?