Pasarán las elecciones y como es lógico se constituirán los nuevos órganos de gobierno de los ayuntamientos y comunidades autónomas sometidos a renovación. En algunos casos se producirán alternancias de poder que cambiarán sustancialmente la composición de los mismos. En otros, la renovación no será tan profunda y se limitará a incorporar solo ligeros retoques en la lista de sus responsables. Pero, en conjunto el escenario que encontraremos una vez se produzca la toma de posesión de los elegidos -sean de nuevo cuño o repetidores contumaces- nos presentará un nuevo panorama político administrativo que debe -espero- generar nuevas políticas y estrategias en el contexto público e institucional. Quiero decir que en breve asistiremos a un período rico en cambios y novedades en los órganos de gestión de la política municipal y autonómica en materia de turismo.

La verdad es que cada vez que se acerca este momento, el que sigue a unas elecciones tan amplias, un cierto cosquilleo ilusionante recorre nuestro cuerpo esperando contemplar los referidos -y esperados- cambios. Es natural que sea así pues el envejecimiento de las estructuras lastra la agilidad de los entes y siempre es más fácil cambiar los comportamientos si se produce la renovación en las organizaciones. (Ya se sabe, "el cántaro nuevo mantiene el agua fresca", decíamos cuando no había frigoríficos). Me resisto pues a aceptar, todavía, la frustrante expectativa de que nada va a cambiar, que todo seguirá igual. En estos momentos previos no podemos dejarnos llevar por el pesimismo, la necesidad de una adaptación de los órganos renovados (ayuntamientos y comunidades autónomas) para seguir el ritmo trepidante de la realidad del sector turístico nos tiene que mantener una mínima esperanza para hacernos confiar en que la renovación es posible. Aunque, no me hagan precisar si lo que estoy expresando es una predicción de lo que puede llegar a pasar o si más bien se trata de un deseo de lo que creo que debería pasar. ¿Qué más da? Lo bueno sería que algo pasara.

¿Por qué sería bueno? Pues porque va a ser necesario tirar de imaginación, de innovada mentalidad, para afrontar el futuro inmediato. Va a ser imprescindible tener una ingente capacidad de arrastre de toda la comunidad turística para incorporarla en la resolución de los problemas que van a afectar al sector. Liderazgos renovados en lo público y lo privado van a tener que activarse para afrontar un difícil futuro plagado de urgentes requerimientos y de dificultades económicas, un futuro sólo superable con la implicación de todos los estamentos involucrados.

Echemos un ojeada a la situación económica de los organismos públicos que se van a encontrar los nuevos -y viejos- responsables tras las elecciones: endeudamiento+reducción de ingresos+gasto superfluo= recortes. Es decir, que con los dineros públicos no podremos contar para gran cosa. Todo esto agravado por la necesidad de reforzar el gasto social y asistencial en unos momentos de crisis extrema y penuria existencial que, seamos sinceros, van a tener prioridad en el reparto de los exiguos presupuestos. Pues, ¿de dónde van a financiarse las propuestas electorales sobre planes de competitividad y reposicionamiento del producto y de la imagen turística? Si la administración, como se ha visto, no puede correr con todos los gastos de lo que va a ser necesario hacer para mejorar los destinos turísticos que tienen que competir sin dilaciones con rivales que aparecen por cualquier esquina de la globalización, ¿quién va a poner el dinero?

No, no me busquen originalidades ni trucos de magia: el dinero sólo puede proceder de donde lo hay y los que lo tienen sólo lo van a aportar si les interesa y se sienten comprometidos. Ahora ya pueden mirar a su alrededor e identificar soluciones. ¿A que no me encuentran muchos más socios de los que les voy a sugerir?:

a) la administración, rebañando todos los resquicios posibles,

b) la empresa privada involucrada en el sector que se juega su rentabilidad y

c) algún financiero que confíe en la productividad y las garantías de la operación.

¡Hala! A convencerlos se ha dicho. ¿Ven ustedes por qué les decía que se trataba de una cuestión de liderazgos? Sí, se necesitan líderes capaces de embarcar en la aventura a todos los implicados y a algunos más que dejo sin citar para que ustedes lo hagan. Todos los recursos harán falta si queremos obtener algún avance. Y, sépanlo de una vez por todas, los recursos económicos que van a afluir a la administración en los años inmediatos van a alcanzar para bien poco. Así que olvídense de las fantasías contenidas en los programas electorales y mucho más de las que la renovación turística nos va a imponer con urgencia si no contamos con las aportaciones de los que tienen recursos. ¿Qué. Va a hacer falta capacidad de liderazgo o no?

Por eso después de unas elecciones nos embarga la inquietud y la esperanza -¿mira que si aparecieran nuevos líderes capaces de tirar del pelotón?-. Con las elecciones podemos, al menos, soñar y otear el panorama, cosa que la democracia nos asegura cada cuatro años.