"El tiempo y los Conway". Teatro Principal de Alicante. De Priestley. Versión: Luis Alberto de Cuenca y Alicia Mariño. Dirección: J. C. Pérez de la Fuente.

Una impecable puesta en escena con la personalidad de Juan Carlos Pérez de la Fuente, un veterano director que aporta con su diseño de la escenografía un carácter creativo y contemporáneo al montaje de la pieza del británico John Boynton Priestley. El ambiente va algo más allá de la comedia dramática realista con cierta atmósfera poética. Aunque estrenada en 1937, "El tiempo y los Conway" tiene un sabor clásico de intemporalidad. El equilibrio formal de la casa se sustituye por una visión subjetiva. Es decir, rasgos expresionistas que reflejan el declive en el acto segundo. Las estilizadas paredes se inclinan y observamos la presencia de un maniquí en el proscenio desde el principio. El tiempo pasa, pero esa figura simbólica permanece igual, como la hermana menor de la familia que ya no está en la segunda parte. ¿Somos almas inmortales en una fascinante aventura? En cualquier caso, las ilusiones pueden convertirse en deseos rotos, o no cumplidos exactamente, y en frustración individual o colectiva. Júbilo y dolor conviven. "¿Creen que podemos alcanzar la felicidad?", nos pregunta el director. Las complejas relaciones exigen intérpretes a la altura de las circunstancias. Luisa Martín, la madre de los Conway, es una actriz temperamental, muy sincera y con el talento necesario para un personaje u otro. Distintos galardones avalan su trayectoria por los diferentes medios. Estamos en 1919, finalizada la I Guerra Mundial, y después, diecinueve años más tarde, en los albores de un nuevo conflicto bélico. El tercer acto es la continuación inmediata del primero. Y ésta es la audacia estructural de Priestley administrada con sabiduría por De la Fuente. Nuria Gallardo interpreta con notable hondura sentimental. El alicantino Alejandro Tous, que se inició en el taller de Teatro de la UA, maneja una reducida labor correctamente, entre otros como Toni Martínez. Todos se entregan en este mecanismo de relojería teatral, un "espejo para reflejar crisis que ya han sido vividas". Es posible aprender de las lecciones o tropezar dos o más veces en la misma piedra.