Uno de los errores perceptivos más inquietantes que se conocen es el de los miembros fantasma. Una persona con una mano amputada puede sentir frío y dolor en los dedos que ya no tiene: el cerebro construye esa falsa consciencia de tal manera que, para quien sufre la experiencia, la mano ausente es del todo real. Hace cosa de veinte años, invitamos a hablar en la UIB a un psicólogo americano, John Smythies, quien había tratado a un paciente con un problema en apariencia insoluble. Mantenía éste cerrada su mano fantasma y notaba cómo las uñas, al crecer, se le clavaban en la palma. La solución con la que dio Smythies fue soberbia; todo un ejemplo de lo que puede hacer la ciencia cuando se combina con el talento. Si alguien quiere saber cuál fue, puede preguntármelo.

Una sensación fantasma muy común es la de los acúfenos, los pitidos que uno oye, sin que en realidad existan, cuando tiene una afección en el oído. Desde que, con dieciocho años, me estropeé el oído izquierdo buceando tengo de manera permanente un acúfeno así aunque sólo lo percibo de manera consciente cuando pienso en él, como sucede ahora mismo.

Ha sido pues una sorpresa casi morbosa leer en los Proceedings of the National Academy of Sciences un artículo que plantea la forma como el cerebro construye las sensaciones fantasma. Lo firman Dirk de Ridder, científico del centro de investigación cerebral de Antwerp (Bélgica), junto con colegas de Argentina, Méjico y Alemania, y aborda ambos fenómenos, los de acúfenos y dolores de los miembros fantasma, en busca de pautas en la actividad neuronal responsables de semejantes percepciones falsas.

El modelo provisional que proporcionan de Ridder y colaboradores parte de la interrupción traumática del flujo informativo que transporta el sistema nervioso, origen y sostén de todas las percepciones. Esa eliminación de señales produce una sincronización secundaria entre distintas neuronas, en la banda gamma de altas frecuencias, que se traduce en sensaciones conscientes cuando se conectan con las redes amplias que intervienen en la autoconsciencia. Aunque se trate de una hipótesis por comprobar, aparecen ya algunos mecanismos psicológicos que podrían contribuir a la aparición de los acúfenos y de los miembros fantasma, es decir, de su carácter consciente.

La angustia es una buena candidata para que el mecanismo que lleva a la construcción de las sensaciones falsas se ponga en marcha. Y en la medida en que resulta posible identificar las redes neuronales que se activan con la sensación de angustia -zonas del sistema de control de las emociones como son el córtex cingulado anterior, la ínsula anterior y la amígdala- se abre una perspectiva para poder llevar a cabo terapias de alivio del dolor.

Al margen, claro es, de lo que Smythies había logrado ya, dos décadas atrás, aplicando el ingenio a la situación inicial: la de que la mente humana ve el mundo de la manera como el cerebro permite que lo pueda ver.