Alicante y Elche, siguen mirándose de reojo, en pulso virtual continuo. Tan cercanas, las separan apenas media maratón y una pedanía con aspiraciones de segregación, y tan distantes, siempre de espaldas, marcando diferencias cuando son más las cosas que las unen. Comparten aeropuerto e institución ferial en beneficio propio y de la provincia. Sus máximos exponentes populares están impregnados de una larga tradición cristiana: Misteri y Santa Faz. Siendo Elche ciudad industrial y Alicante de servicios, su complementariedad debiera anteponerse a su atávico antagonismo. Previa a la campaña electoral una encuesta las distingue: Elche tiene el privilegio de estar entre las tres ciudades más limpias de España, tristemente Alicante ocupa una de las últimas posiciones. Paseando por centro, barrios o arrabales se constata.

La acidia del consistorio alicantino, denunciada día a día en escaparate periodístico, queda en evidencia y termina por afear barrios, plazas y parques. El reclamo epistolar de Martín del voto además de "para navegar en aguas limpias", debiera ampliarse en "para andar por calles limpias". Revisando en negativo el lema oficial de guapa, guapa, guapa por el de sucia, sucia, sucia. Imagen urbana en entredicho.