Hace más de medio siglo, el moderno Benidorm fue concebido como una ciudad que, para cumplir con un futuro que ya se vislumbraba brillante y prometedor, debía inspirarse en algunas de las que, hasta aquel momento, habían destacado por su imagen de ciudad; y así, incluyendo viajes de toma de datos para futuras decisiones, se fijó la vista en ciudades como Niza, en aquellos momentos un modelo a imitar, y se pensó con ambición en imágenes como las de Helsinki, Philadelphia, Venecia o, incluso, un Nueva York muy lejano no solo en la distancia sino también en la fisonomía, hoy seguida de cerca por un Benidorm de rascacielos que ha hecho que los marinos de la Sexta Flota que visitaban nuestra ciudad la conocieran como BeniYork. Y se pusieron manos a la obra, muchas manos y muchas mentes, y se inventó un Benidorm increíble e impensable para aquellos tiempos que ahora vemos tan lejanos las medianías del siglo pasado. Pero, como es inevitable, muchas de las modernidades y aciertos de aquella idea convertida en realidad, con el tiempo han ido quedando obsoletos, han perdido brillo, han sufrido los deterioros naturales y necesitan cambios sustanciales que devuelvan a la ciudad el prestigio urbano del que siempre disfrutó y que tantas veces ha querido ser imitado por otras. Y ahora parece que todos los partidos, con la proximidad de las elecciones, han aprendido de memoria el latiguillo de "la escena urbana" y lo utilizan a troche y moche como si de un descubrimiento propio se tratara a pesar de haber sido, una plataforma ciudadana de opinión, la primera que lo utilizó como estandarte de sus exigencias a la nueva corporación que nazca de las urnas.

¡Ah! Pero el asunto es mucho más complejo de lo la mayoría se imagina porque va a hacer falta mucho dinero si se quiere sacar a la ciudad del marasmo en que la han sumido lustros de gobierno municipal en el que la desidia o el desinterés de sus gobernantes, más preocupados por obras faraónicas que pudieran dejar premios de arquitectura y posibles e inconfesables dividendos, han obviado la necesidad, cada vez más perentoria, de mejorar y acondicionar o modernizar esa escena urbana de la que ahora se acuerdan para pedir el voto.

Tienen que considerar unos y otros que para esa empresa hace falta mucho dinero que tiene que salir de distintas arcas oficiales pero que a lo mejor implica también concienciar a empresas y ciudadanos de la necesidad de aportar ayudas y, sobre todo, comportamientos que permitan llevar a buen fin la remodelación, la modernización, el "agiorgiamento", por utilizar una fórmula un tanto cursi, de una ciudad que envejece tanto como su misma clientela turística.

Son muchos los "parches" que hay que colocar en las ruedas que hacen avanzar la ciudad hacia su futuro: es necesario el arreglo, el rediseño, la urgente actuación sobre las dos arterias principales, las avenidas de Europa y Mediterráneo, mejorando sus firmes, sus aceras, su arbolado, sus setos, dotándolas de bancos, de cómoda visible y explicativa señalización vertical y horizontal, poniendo al día su iluminación y convirtiéndolas en la estampa que compita en belleza con las playas y que dé idea de una ciudad moderna, cómoda y atractiva en todos sus órdenes.

Y se hace necesaria la regularización de los retranqueos, ideados en su origen como el pulmón verde de una edificación vertical y convertidos en zocos abigarrados y muchas veces desprovistos de cualquier clase de atractivo que no sea el de un mercadillo callejero poro atractivo. Y hay que regular las terrazas de los establecimientos como bares y cafeterías (ya parece haber tomado en serio este tema el actual alcalde, Navarro), para que las calles tengan aspectos elegantes a tono con los muchos establecimientos repletos de dignidad, e incluso lujo, que pierden prestancia e imagen al no disponer de una escenografía acorde con su importancia.

Y habrá que pensar en cuidar y aumentar el número de parque y plazas y en evitar caer en contrasentidos como la rotonda existente en la antigua carretera nacional 332, donde confluye la llega de la autopista con la avenida de Europa, que constituye un cruce peligroso en lugar de haber construido un paso subterráneo que hubiera otorgado fluidez y seguridad a un tráfico siempre en aumento.

Y cuidar y mejorar y modernizar esa escena urbana en el centro de la ciudad y en los barrios extremos de la Cala y el Rincón para ponerlos a la altura de las necesidades de modernización de una ciudad que debe ser un todo en cuanto a ofrecer a sus visitantes el escenario ideal para unas estancias que, por ser voluntarias, deben constituir el mejor de los recuerdos de quienes las disfrutan.

Ahora se han acordado todos de la escena urbana, veremos si esa reflexión permanece en la conciencia de los que asuman la responsabilidad de velar por el Benidorm del futuro en el que priven la belleza, la funcionalidad, la elegancia, la comodidad y la imagen.

Por mucho que cueste.