Un simpático morenito me entregó hace unos días en la calle una octavilla en la que se ofrecían los servicios de un tal profesor Diaby, un presunto vidente africano que, entre otras capacidades, puede conseguir que el enemigo más indomable "se hinque de hinojo" (por algún motivo, el profesor Diaby garantiza que doble solo una rodilla y no las dos). Me dije que el profesor quizás hubiese conseguido lo que Pérez Fenoll intentó con mayor obstinación que pericia: que Gema Amor se hincara de hinojos, accediera a ejercer de secundaria imprescindible y no perpetrara el nefando crimen de comprometer las ya comprometidas posibilidades de que el PP recupere la alcaldía de Benidorm. Todo esto pertenece ahora a la prehistoria salvaje y la desertora vaticina cuatro concejales que sin duda contribuirán a que en el pleno municipal haya más víctimas colaterales que mociones aprobadas.

Para aproximarse tímidamente al galimatías, es necesario consultar el árbol genealógico de las familias políticas implicadas. Las trayectorias de cuñados, sobrinos y vástagos se entrecruzan como si Shakespeare se hubiese inspirado en ellas para escribir "El rey Lear". Por encima de ellos, como una presencia invisible pero paralizante, sobrevuela el espíritu de Eduardo Zaplana y su inconfesada adicción a las maniobras clandestinas. Pero ni siquiera tengo claro que Zaplana haya tenido algo que ver con el espectáculo y, además, poco importa a los efectos de constatar lo obvio: una antigua concejala, diputada autonómica y consellera del PP encabeza una lista municipal que probablemente certifica la reelección de Agustín Navarro. Aunque en política las hipótesis son especialmente hipotéticas, cualquier alumno de sociología sabe que fraccionar la oferta acarrea una penalización leonina en la distribución de escaños. Y mi sospecha es que el PP ha infravalorado la incidencia de estos contratiempos, con lo que el próximo domingo puede descubrirse celebrando los resultados en un tanatorio.

La diferencia entre Gema Amor y otras fracturas que aquejan al PP es que no se trata de una operación excéntrica, testimonial o troyana (por el caballo de Ulises, ya saben). Ella sabe que tiene un techo electoral, pero también un suelo firme adquirido tras años de notoriedad pública y consolidado por el soporte de sectores locales con pedigrí. El apoyo de los hosteleros es un golpe de efecto comparable al de Moisés abriendo las aguas del Mar Rojo que daña fundamentalmente a Pérez Fenoll. Supongo que el alcalde asiste a la representación con la misma incredulidad que ese grupo de godos que invade la Galia ocupada por los romanos en una historieta de Astérix. Los romanos creen erróneamente que los godos se han disfrazado de legionarios y se dedican a interrogarse unos a otros mientras los godos pasan tranquilamente delante de ellos con gesto de alegre asombro. El jefe godo comenta a sus hombres: "Hijos míos, no nos esforcemos en entender qué está ocurriendo". El alcalde lleva razón: es mejor no intentar entenderlo.