No soy capaz de esconder mi simpatía por ese movimiento -en el que yo, por muchos motivos, incluyendo el generacional, no puedo incluirme- que pide una "democracia real, ya", que no quiere votar a "estos" -dígame usted quiénes son "estos"- y que, en esencia, representa a ese cuarenta y tres por ciento de jóvenes, que se dice pronto, que están o en paro o subempleados. A partir de ahí, podemos caer en la tentación de llamar "antisistema" a ese casi millón de personas que se manifestó este domingo por las calles de toda España. O ácratas. O derechistas. O izquierdistas radicales. O violentos -no lo son: me consta que hubo quienes se aprovecharon de esta enorme "movida", con base en las redes sociales, para encauzar sus particulares protestas y reivindicaciones-. Yo creo que esa "movida" tiene un origen autogestionario, un caldo de cultivo en el cabreo -ya lo es: eso es malo- y muchas justificaciones: a esos "chicos" -perdón por hablar como un abuelo cebolleta- los alimentamos, les facilitamos los viajes, pero les hemos acostumbrado a no sufrir, porque ya sufríamos nosotros por ellos, grave error. Ahora, se encuentran con una sociedad estructurada a nuestra imagen y semejanza, que les olvida o les da de lado; en el mejor de los casos, les otorga una limosna mileurista para que sobrevivan. Sus pancartas van contra los partidos políticos, contra los bancos, contra las instituciones. Pero bien podrían ir contra el conjunto de la sociedad egoísta, miope, sin ideales que encarnamos los mayores de cuarenta (por generalizar, con perdón): los tenemos de mantenidos, y les cerramos el protagonismo. Generación perdida, dicen los sociólogos. Y ellos, lógico, se niegan a que les coloquen esta terrible etiqueta. Ignoro quiénes son sus líderes, ni si, en verdad, su opúsculo de cabecera es ese "Indignaos", el panfleto con el que un nonagenario francés ha conmovido Europa. Desconozco si tienen más ideario común que el descontento, la disconformidad y unos cuantos eslóganes más o menos graciosos, como ese, que me sorprendió, que reza "hay poco pan para tanto chorizo". Realmente, de "ellos" lo desconocemos casi todo, yo al menos. Solamente sé que entiendo su irritación, su frustración, porque soy padre, periodista y observador. Sobre todo, padre. Ay de nuestra clase política si no tiene ojos para ver que ha nacido una nueva era, y que este domingo salieron a la calle sus heraldos.