Lógicamente, en los días previos a unas elecciones la gente corre el peligro de caer en un estado de confusión mayor del habitual y ser presa de la duda. Me permito por ello proponer algunas máximas, a manera de criterios orientadores del voto, por si son de alguna utilidad.

Primero: Un votante de pro no debe admitir argumento alguno, información o dato, que contradiga lo que ya previamente ha dado por bueno. Deberá sospechar de toda influencia que le haga vacilar en sus convicciones íntimas, pues son trampas que los adversarios le tienden. Únicamente prestará atención a aquello de lo que ya esté convencido y, en consecuencia, se reafirmará frecuentando los espacios televisivos y los medios de comunicación de su absoluta confianza.

Segundo: Ha de partir de la premisa de que las elecciones no tienen nada que ver con lo que se vota, sino que son expresión de sentimientos globales, trascendentes, inmateriales. El votante consecuente, pues, no tiene por qué hacer un juicio sobre lo que ha sucedido en su localidad o en su autonomía. Debe quedar claro que los gobernantes de estos ámbitos son por definición seres que no tienen que dar cuentas de sus actos ni someterse a escrutinio alguno. Lo que bajo su mandato y responsabilidad haya sucedido es agua pasada.

Tercero: El votante modélico no debe admitir que cuestiones de tipo ético enturbien su voto. Debe pasar por alto, por tanto, las conductas poco éticas, corruptas o perversas de sus gobernantes, ya que tales cuestiones son materia, en su caso, de los tribunales, de la conciencia de cada cual o de la Historia. Por otro lado, esta reflexión debe reforzarse con la idea de que todos los políticos, gobernantes o no, son igualmente corruptos y que este es un asunto que los sufridos votantes no tienen por qué resolver.

Cuarto: Ello no es óbice para que el buen votante deje de esgrimir argumentos morales cuando el caso lo requiera. Así por ejemplo, si alguien afirma que sabe de buena tinta que los gobernantes de un partido han despilfarrado cantidades fabulosas para construir cosas absurdas y ruinosas, el buen votante puede -y debe- contraponer un argumento tal como que los del otro partido han permitido que las menores puedan abortar sin permiso de sus padres.

Quinto: Un votante avispado no debe, bajo ningún concepto, tratar de averiguar qué se propone hacer el candidato a quien vota. Esa cosa que se llama programa no tiene por qué ser leído y menos aún analizado. Aunque en dichos papeles pueda haber propuestas que le perjudiquen, debe tener muy presente que los programas son meras palabras que se escriben pero que no se cumplen.

Sexto: Es muy importante que el voto exprese una opción negativa en lugar de positiva. En otras palabras, el voto debe emplearse contra alguien. Por ello no es conveniente detenerse a sopesar las cualidades, los antecedentes y el temple del candidato o candidata a quien se va a votar, sino que el objetivo debe ser, lisa y llanamente, anular y deshacer al adversario.

Séptimo. Dado que el voto es un acto de síntesis, el emisor del mismo no tiene por qué especular sobre el origen, las causas y las circunstancias que provocan su malestar. Debe renunciar, en aras de la simplificación, a cualquier otra explicación que no sea la de endosar su disgusto a un chivo expiatorio. Por los mismos motivos no debe preguntarse qué deberían hacer, caso de que ganen, los candidatos de su preferencia, pues ya se ha dicho que tal asunto no es el motivo que le lleva a las urnas.

Y octavo. El votante responsable debe evitar presentarse en público como una persona exaltada o descontrolada. Debe cultivar una imagen de ponderación, aunque ello no impida que aplauda interiormente los excesos y las falacias que se prodigan a menudo en estos tiempos: si acaso, puede colaborar discretamente a difundirlos vía sms.

Si se tienen en cuenta las anteriores consejas, es muy probable que los resultados electorales coincidan con los gustos de los votantes. De este modo se avanzará en el desarrollo de una sociedad felizmente democrática, un país maravilloso en que las cualidades ciudadanas brillarán con una luz cegadora. Además, se logrará que la manipulación se extienda y llegue a todos los rincones y que los granujas, ventajistas, corruptos e incompetentes se desternillen de risa durante cuatro años.