Imaginemos que todos los autores escribieran la misma novela, que todos los artistas pintaran el mismo cuadro, que todos los cocineros prepararan el mismo menú, que todos los periódicos publicaran los mismos contenidosÉ Observémonos ahora en el autobús o en el metro, leyendo cada uno de nosotros el mismo libro que el resto de los viajeros. Supongamos que tenemos la mañana libre y que nos dirigimos a una galería de arte donde se exponen, uno detrás de otro, 40 cuadros gemelos. Figurémonos que, llegada la hora de comer, nos acercamos a un afamado restaurante chino de los alrededores donde solo sirven fabes con chorizo, lo mismo que en los restaurantes japoneses, vietnamitas, vascos y, por supuesto, asturianos, de la ciudad.

Agotados mentalmente por la visita a la galería de arte, y para facilitar la digestión de las fabes con chorizo, regresamos a casa, nos dejamos caer en un sofá idéntico al de todas las casas (de hecho, es de Ikea) y encendemos la tele de plasma. Pongamos que disponemos de cien canales diferentes, aunque todos con la misma programación. No importa el botón del mando a distancia que aprietes, siempre te encuentras con la misma película, el mismo telediario, el mismo concurso, la misma entrevista. Pero resulta que tú eres, por ejemplo, escritor, de modo que para escapar a la monotonía reinante apagas la tele y te pones a escribir una novela. El problema es que te sale la que leía todo el mundo en el metro, esta mañana, cuando te dirigías a la galería de arte donde se exponían 40 obras idénticas. A lo mejor eres cocinero y decides relajarte un poco entre los pucheros. De acuerdo, pero misteriosamente solo eres capaz de hacer fabes con chorizo.

La situación sería un poco enloquecedora, ¿no? Si hay algo desquiciante en la vida, es la repetición, el círculo vicioso. Pues esa es exactamente la situación que vivimos estos días de campaña electoral, donde nos obligan a consumir, no importa quién hable, casi el mismo discurso, como si los candidatos, apresados en la misma masa ideológica, no lograran distinguirse claramente los unos de los otros. Imaginemos un país donde solo se presentara a las elecciones un partido. ¿No es en cierto modo lo que ocurre ya?