Ya hemos llegado, por fin, a la fecha de salida de las elecciones autonómicas y municipales. Los partidos están enzarzados en su propaganda electoral, currándose el voto (así piensan ellos) para lograr los mejores resultados. La estrategia común a todos ellos es la economía. La sombra del paro es muy alargada y no podemos permanecer demasiado tiempo debajo de ella. De este modo, podemos afirmar que, en general, la mayor preocupación de la propaganda política es la de convertirnos, de cambiarnos. Todo su empeño es que asumamos el cambio de ciudadanos a consumidores, de hombres libres a trabajadores, de que nuestra felicidad reside en nuestras ideas, que pierden puestos, bajando de la cabeza al estómago; quieren hacer verdad la sentencia Primum vivere, deinde philosophari (primero vivir, después filosofar). En resumen, están empeñados en que nos sometamos y adoremos al becerro de oro (¡si Moisés levantara la cabeza!).

Desde esa postración y sometimiento vemos de manera diferente a los responsables de nuestra crisis, que en vez de sinvergüenzas, pongamos por caso, les llamamos inversores; esos seres bondadosos que nos prestan dinero a cambio de que trabajemos para ellos durante toda nuestra vida. Desde ahí, vemos igualmente de manera diferente el origen de la crisis y, en vez de pedir cuentas a los que saben muy bien hacer sus cuentas, se las pedimos a los que han de trabajar por hacernos salir de ella, que ni la provocaron ni saben cómo hacerlo; de este modo los responsables se van de rositas. También vemos de manera diferente la propia acción de la política; en vez de subrayar su aspecto de servicio y de trabajo para los demás, nos subrayan lo opuesto, que los demás estamos para servir a los políticos y ayudarles a su enriquecimiento; si no no se explica que los casos de corrupción no sirvan de freno al éxito electoral, sino todo lo contrario, según todas las previsiones. Igualmente, la propaganda consigue que los jóvenes vean que lo de la crisis es normal, y que ya pasará; que su frustración generacional por la falta de recursos laborales y de desarrollo personal es lo lógico, en un momento en el que hay más abundancia de recursos, gracias a las nuevas tecnologías. También nos enseñan a ver normal la progresiva pauperización de la clase media, no solo desde el punto de vista económico, sino también cultural y, sobre todo, moral; la ausencia de escrúpulos morales nunca fue tan clamorosa como ahora; nuestra capacidad de endeudamiento, tampoco. Nunca tuvo una clase social tanto poder y tanta influencia como la que manifiesta ahora mismo la clase capitalista y financiera sobre todos nosotros. En efecto, ¿qué pensarían ustedes si alguien dijera que todo el mundo tiene un precio? Tal vez dijeran, mostrando sus dudas, que todo el mundo probablemente no, pero los políticos, seguramente sí; que los mayores probablemente no, pero los jóvenes, seguramente sí; que una minoría, probablemente no, pero la gran mayoría de gente, seguramente sí. ¿Y si les dijera que la vida es pura competición? Me dirían claro que lo es, y en tal afirmación, anularían la capacidad de luchar contra esa misma idea como única, descartando otras como la de colaboración. No es manca la influencia de lo económico, tan ensalzado por la propaganda política. ¿Hay esperanza después de toda esta retahíla? ¿Tiene el voto capacidad para reconvertir la dirección que han tomado las cosas? No con el PP, pues no es desdoro para este partido reconocer, más allá del engaño propagandístico, que es un partido abocado al neoliberalismo capitalista, al que le estorba el Estado de Bienestar y prefiere un Estado muy delgado y una privatización total de los bienes y servicios públicos.

Con el PSOE le pasa a uno que no sabe con cuál de ellos quedarse, con el que ha tomado medidas neoliberales en este último año para salir de la crisis o con el socialdemócrata, que sigue mirando por el bien común y colectivo, como obligación del Estado. Imagino que a ustedes les pasará igual. Pero la libertad consiste en esto: conocer para poder decidir. El conocer se puede compartir. No el decidir, que es cosa de cada uno.