Desde el minuto uno, Lorca se convirtió en un inmenso plató de televisión. La tarde del miércoles, las primeras noticias que llegaban estaban aún desenfocadas, pero a las pocas horas, sobre todo con la réplica, fueron llegando los equipos de las distintas cadenas, y ya no se apagaron los focos. Y llegó la imagen, el icono de un seísmo que ha dejado un rastro demasiado duro de muertos y que ha dado la vuelta al mundo. Al reportero de España directo Julio Muñoz y al cámara que tenía enfrente no los mató la campana de la iglesia de San Diego por unos segundos. Quizá fue el shock sufrido por el chico lo que marcó el directo a partir de ese momento. Mercedes Torre, desde el estudio central en Madrid, trataba de reconducir al reportero para que aportara datos, hablara con gente, pero él parecía pensar una cosa y decir otra.

Es un paisaje de absoluto terror, decía el cronista, son caras de absoluto terror, insistía, el agua en Lorca es un gran tesoro que se ha agotado, la cara de los niños es de terror, de pánico, la gente está desencajada porque todo está destruido. Insisto, quizá fue el propio pánico por la experiencia vivida el que dictó una conexión alarmista que no ayudaba en esos primeros momentos.

Pero alguien, desde el estudio central, tiene que poner orden en el desvarío, y si hay que cortar, se corta, se buscan nuevos escenarios, declaraciones oficiales y no opiniones al buen tutún, y se refrescan las imágenes. Hay que reconocer, pese a todo, la celeridad, casi al mismo tiempo que la radio, con que La 1 reaccionó para informar de la tragedia lorquina. Lo que no es admisible es que sean los ciudadanos, el alcalde, y las autoridades, las que den lecciones de mesura a los periodistas.