La Fiesta surge de la forma más espontánea, sin estructuras previamente establecidas o dictadas. La hace el pueblo y va dirigida a ese mismo pueblo que la vive y la disfruta, y va, además -y acaso lo más importante- desde abajo hacia arriba. Es por eso que es tremendamente popular. La "Festa vol Festa"" quiere alimentarse de la alegría de toda una ciudad que se divide en dos mitades: la parte de "personajes", de "intérpretes", y la parte de quien siendo público y espectador aplaude, vitorea y censura cuando es menester a esos actuantes que son actores precisamente para entregarse al pueblo entero.

Son los Moros y Cristianos que la ciudad de Alcoy dedica a su patrón primero y principal San Jorge Mártir, mílite capadocio que fue martirizado por el emperador Diocleciano. Y el patronazgo arranca o viene de lejos, del siglo XIII, cuando en 1276 -era primavera- el grupo de moros que acaudillaba el noble y valiente Al-Azraq ataca los muros de la entonces Villa alcoyana con el ánimo de vencerla y poseerla. El clérigo Ramón Torregrosa conduce a los habitantes hacia los merlones y barbacanas del lugar para frenar a los atacantes y defender el caserío. Se invoca a San Jorge -patrono de cruzados- y la tradición cuenta que el soldado de Roma convertido por voto popular en santo, protege a los alcoyanos. Permanece el símbolo de la cruz alzada y los alcoyanos vencen en aquél enfrentamiento.

El argumento de Fiesta es, pues, bien sencillo. Se trata de revivir el hecho, de adornar la efeméride con toda clase de elementos lúdicos, por supuesto, porque la "Festa vol Festa", pero a la vez de profundas e íntimas convicciones religiosas, en realidad todo un acto de gratitud, de "dación de gracias" por el prodigio o el milagro recibido en momentos harto difíciles.

Al santo se le levantará una pequeña ermita en la que en 1317 Domingo Torregrosa funda una capellanía y el culto a San Jorge mártir comienza a tomar forma, a crecer y a fortalecerse. Las primeras fiestas, en consecuencia, han de ser puramente religiosas al entorno del templo y de la fuente que en 1494 se alza en la plaza denominada así mismo de San Jorge, fuente que se corona con una imagen ecuestre del mártir debelador de dragones y protector de ejércitos cristianos.

Poco a poco el pueblo añade elementos festivos y recordatorios, desde una gran cabeza de dragón a la misa mayor cantada. Lo popular, lo espontáneo está, como quien dice, al caer. Estamos ya en siglo XVI, en 1566: los mozos hacen sonar atabales y tan solo dos años después se disponen en la plaza principal de Alcoy salvas o competiciones de arcabucería, justas de ballestas delante del tablado levantado al efecto. Las armas de fuego -anticipo posiblemente del actual "alardo"- se emplean de forma distendida, queriendo con ello, agradar al santo y a la propia población.

Y este mismo pueblo sigue añadiendo actos y actuaciones, estructurando esta gran fiesta que se vive con intensidad. En 1576, en el tercer centenario, se disparan cohetes y junto a los arcabuceros y ballesteros unos "moriscos", que se contratan por el municipio para ampliar el programa de actos, hacen sonar atabales y clarines, actúan, además, juglares y "momos" para danzar y divertir al gentío, e incluso, representar o escenificar alguna teatralización.

Moros y Cristianos, aquellos moros y cristianos del siglo XIII ya son relatados en el texto que escribe el cronista Vicente Carbonell y Mayor, en referencia a los festejos de 1668, publicándose su "Célebre Centuria" años después en Valencia. Todo estaba ya dispuesto para recordar la lucha, la confrontación y, a la vez, el agradecimiento y el patronazgo, el milagro que protagoniza Jorge de Capadocia, jinete sobre caballo albo, recorriendo los cielos de Alcoy.

La descripción es más que convincente, la fiesta se vive con músicas y "diferentes invenciones de cohete", con una "regocijada procesión" el día 23 de abril en la que tiene presencia "una compañía de Christianos Moros y de Catholicos Christianos". Se trata en consecuencia de un grupo de alcoyanos -festers decimos hoy- que siendo todos y por supuesto cristianos, algunos de ellos toman o usan vestimentas moras para representar, precisamente, a aquellos atacantes que quisieron entrar en Alcoy y que grabados, óleos y sobre todo el mural que firma Fernando Cabrera en 1922, nos recuerdan de continuo.

Se designa un alférez y a un capitán, el estandarte mayor de la villa es exhibido públicamente, y ambos bandos, sendos ejércitos dentro de una misma unidad festera y festiva "sujetos a liciones de milicia se están belicosamente arcabuceando". El cronista, designa esta actuación que simula lucha, "ardides de guerra". Y Carbonell recoge la tradición, la presencia de San Jorge señalando: "É que si los Alcodianos avian visto sobre los muros, aquien ellos llamavan Hualy, y nosotros San Jorge, en cuyo dia sucedió tan memorable vitoria".

Todo, pues, tejido, unido, encajado: música, pólvora, color en los trajes, patrocinio del santo, voto popular, iglesia, rito y liturgia, aleluyas y cánticos y, además, el compromiso de celebrar fiesta todos los años, en todas las épocas: "É y allí trataron de votarle por patrón, resolviendo construyrle en el mismo puesto de su aparición una Iglesia, celebrándose Fiesta en el mismo dia de veynte y tres de Abril todos los añosÉ y desde entonces se ha solemnizado la Fiesta todos los años, sin que se sepa que en alguno se aya escusado, y omitido".

Alcoy, Moros y Cristianos, fiesta declarada de Interés Turístico Internacional, en realidad de "interés profundamente espiritual", con el sello de la historia, el sentimiento y la magnitud que cada alcoyano aporta para su celebración, en cumplimiento de una voluntad y una solemne promesa.