Hay gente devota de la aspirina, gente devota de San Estanislao de Kostka y gente devota de los actores británicos. Pertenezco a este último grupo desde que sufrí un ataque de anglofilia mientras los cadáveres de la serie "Yo, Claudio" salpicaban la alfombra del salón. El reparto de aquella serie impresiona por la notoriedad anónima que han alcanzado la mayoría de sus integrantes, actores cuyo rostro nos resulta familiar al primer vistazo pero que somos incapaces de situar en las coordenadas del espectador. Son el ingrediente mágico que garantiza la solvencia de tantas películas que sin ellos habrían sido arruinadas por la patética torpeza de un maniquí norteamericano. A diferencia de éstos, los actores británicos jamás se interpretan a sí mismos. Simplemente actúan resguardados tras una formación teatral impecable y de ahí que Alec Guiness resulte más verosímil como coronel Nicholson que el auténtico coronel Nicholson.

España puede ufanarse de dos actores que resisten sin dificultades la comparación con ellos: el portentoso Luis Tosar de "Celda 211" y Ángel Luna, portavoz socialista en la cámara autonómica. Como Tosar no es candidato en las elecciones y Luna sí, me referiré a este último. Se inició entre bastidores alicantinos, una inmejorable academia de pasiones dramáticas, celos, ambición, codicia, traición, la plétora de sentimientos que Shakespeare versificó y nadie ha sabido interpretar como los socialistas de la capital. Alguno de sus montajes como "Mucho ruido y pocas nueces" sigue representándose con gran afluencia de primarias desde que la compañía se trasladó al Teatro de la Oposición en 1995. Luna era entonces el primer actor y este cambio de escenario le indujo a variar el rumbo de su carrera. Aceptó entonces el papel de abogado en la serie "Rabassa", una alegoría paisajística y arquitectónica de la naturaleza humana.

Aunque la serie sigue emitiéndose con índices de audiencia menguantes, Luna la abandonó en 2007 para encarnar en una gran producción autonómica a un parlamentario tenaz que acosa incansablemente a cierto presidente que rehúsa vestirse "prêt-à-porter". La actuación de Luna ha sido memorable, recorriendo sin dificultad registros de ira desbocada, ironía sutil y desamparo mártir. Cuando arroja una piedra desde la tribuna a los pies del atónito presidente Camps, resuena el eco del discurso de San Crispín de "Enrique V". Cuando asegura al juez que no sabe quién le entregó unos papeles que por otra parte ha extraviado, la sensación es que Perry Mason se habría diluido como un azucarillo en su presencia. La productora ya ha anunciado que la serie se prolongará durante otros cuatro años, previsiblemente sin grandes cambios en el guión aunque sí en el reparto. Se da por seguro que el presidente y el candidato socialista serán sustituidos por otros actores a poco que los espectadores confirmen cierta indolencia el próximo 22 de mayo. Pero ellos son prescindibles; un secundario como Luna, jamás. Tiene tablas.