Va uno y dice: ¡en mi casa mando yo! Un amigo le replica: ¡Igual que yo en la mía! El primero va más allá y deja claro que: ¡Mando yo, pero se hace lo que dice mi mujer! ¡Ya la hemos liado, Mari Pili! Mi amigo Antonio apostillaría: ¡Todo sea por la paz conyugal! , ¡Oye, y se queda más ancho que largo!, que no es cuestión de montar un pollo por un quítame allá esas pajas. No están las cosas como para dar que hablar al vecindario y que terminemos en el juzgado por presunta violencia de género y con orden de alejamiento. ¡Quita, quita; por nadie que pase! Ya se sabe que no hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo aguante; así es que a lo hecho pecho, como puros machotes (que se diría en un culebrón mexicano, que tan de moda se han puesto otra vez; ¿verdad, María?).

¡Y como en mi casa mando yo, en mi casa se vota lo que dice mi mujer!, ¿o no es así?. Estamos en campaña los aspirantes cogen carrerilla para conseguir el disputado voto del señor Cayo. Es el momento del puedo prometer y prometo, pero ya se sabe que "prometer hasta el meter y una vez metido, olvidar lo prometido".

Es el momento de la denuncia; del: ¡Y tú más!; de la engañifa; del charlataneo; del caramelo; del ¡pariente, me votarás!, ¿verdad?; de las encuestas (la buena es la del 22 de mayo, ¿o es que todavía no os habéis dado cuenta?); es el momento en el que salen amigos de debajo de las piedras. ¡Qué tendrá la política! En los pueblos, sean más o menos grandes, todos nos conocemos y, por lo tanto, conocemos a muchos los que van en las listas de las distintas opciones que concurren a los comicios, por lo que a todos nos han pedido el voto y el que diga lo contrario miente. Tengo la sensación de que el voto que nos piden es por justificar algo, puesto que si tuviéramos que atender todos los compromisos con los "aspirantes" faltarían papeletas y habría tal colapso en los colegios y mesas que ni el tsunami de Japón (¡Señor perdonadme!, que diría mi suegra). Nos han pedido el voto los de todos los colores; hemos hablado con amigos como queriendo aparentar que estamos puestos en el tema (elecciones) y tengo la sensación de que los ciudadanos de a pie, los simples mortales, pasamos de esas historias, porque estamos más quemados que la moto de un hippie. El viernes pasado estuve un "ratico" en la extraordinaria fiesta del Casino Orcelitano y, además de los socios, estaban todas las opciones políticas, no faltó ninguna a la cita. ¡Coño, es que no nos dejan ni tomar una copa tranquilos!. La mera presencia de "los políticos" parece como que te corta el rollo, ¿no?. Por cierto la fiesta fue de las que luego se recuerda por su organización y ambiente. ¡Lo pasemos de muerte, primo!. ¡Señor Escudero y su junta, chapeau!. Se habló de lo divino y de lo humano, pero también de política. ¡Y ahí es donde llegamos a aquello de que en mi casa mando yo, pero se vota lo que dice mi mujer! En la referida fiesta estaba toda Orihuela, no faltó -ya digo- nadie; incluso hubo glamour a toneladas. ¡Y no se hizo pesado, ni el glamour ni los glamourosos, aunque de todo hay en la viña del Señor! José Luis y yo parece que lo tenemos "claro" (con perdón), pero las parientas apuestan por el voto útil; a ver quien les tose, por, como dice Antonio, la paz conyugal. Lo contrario supondría dormir con los perros una temporada y a ciertas edades uno ya no está para tonterías. ¡Hasta luego, Lucas!.