Aunque yo no lo percibo tan palpablemente, leo en un medio sectorial que de cara a esta campaña electoral los grandes partidos, los que comunican más ampliamente sus mensajes en los programas electorales, los que muestran más eficazmente sus intenciones, manifiestan que van a tomarse en serio la cuestión turística. La crisis, que ha producido la ruina de nuestra economía nacional enterrando tantas empresas y puestos de trabajo de todos los sectores y, lo que es más duro todavía, nos ha situado en un estado del que no se vislumbra una salida clara; esa dura crisis, parece que ha servido para que los partidos fijen su atención en este sector que ha resistido a trancas y barrancas, con grandes sacrificios empresariales y laborales y que podría empezar a recuperarse y crear empleo a poco que nos centráramos en tomarle la medida y cortarle el traje que necesita. Bienvenido sea el reconocimiento del que tan necesitado anda el sector del turismo.

No importa que desde hace años el turismo haya tirado de la economía nacional así como de la creación de puestos de trabajo y del bienestar de la sociedad española, a la primera oportunidad ¡zas! la guadaña del menosprecio ha intentado rebanarle el cuello a este advenedizo carente de empaque y de pátina social que es el turismo. Si se tratara de un turismo exquisito de alto nivel de "pijez" aún podríamos reconocerle algún mérito, pero éste, el que practican unas discretas clases medias gozando del buen tiempo y de las buenas playas; éste, el de la vulgar masa que llena las costas y devora paellas, el que no sabe apreciar las exquisiteces de la divina minoría; éste humillante y feo sector que nos da de comer, no merece ni los parabienes ni los elogios de una cicatera sociedad que le regatea una simple palmada en la espalda. A ver si ahora llega, por fin, el tiempo de la rectificación.

Los datos que estos días hacía públicos Escarré, presidente de Exceltur, el poderoso lobby empresarial del sector, resultan de lo más gráfico en la explicación del injusto trato que recibe el turismo por parte de la Administración del Estado. Según Escarré, "mientras al sector del automóvil se le habían inyectado 1.000 millones de euros, al turismo la aportación real había alcanzado los 8 millones". No importa que en este país el turismo signifique alrededor del 12% del PIB nacional y que produzca 2 millones de empleos directos. Tampoco importa gran cosa la estimación que el presidente de Exceltur hacía pública de crear más de 150.000 nuevos empleos en 3 años si se le apoyaba consecuentemente. No pide el presidente de Exceltur (ni yo defendería nunca) que se generen recursos económicos para aliviar las vapuleadas cuentas de resultados de las empresas, lo que él demanda (y yo también sostengo) es que la administración lidere la realización de planes de renovación de nuestro escenario turístico e invierta en la mejora de los espacios y servicios públicos, es decir, en lo que pertenece a la administración y no puede patrimonializar la empresa privada.

Pero ya se sabe, el turismo, ese negocio que unos ilusos se atrevieron a levantar sin pedir permiso a la sabiduría pretenciosa (porque no tenían otra salida, dicho sea de paso) seguirá funcionando aunque continúe dejado de la mano. Y yo pregunto, ¿cuánto estaríamos dispuestos a proporcionarle a la automoción por semejante compromiso? Pero los del turismo, como han hecho siempre, ya se las arreglarán. Con una aportación testimonial van que chutan.

Aunque la alegría del sector al ver la atención que los partidos (dicen) le dedican en campaña electoral no es porque crean que ahora sí, que tan pronto los elegidos inicien sus funciones rectificarán y aplicarán otros criterios más justos hacia el turismo y más rentables para la sociedad en general. No, no son tan ingenuos. Lo que ocurre es que aun en la certeza de que no le llegarán las inyecciones económicas que sí alcanzan a otros, el simple hecho de acordarse y de reconocer su capacidad y el mérito de los industriales y profesionales que lo hacen posible ya resulta reconfortante. Fíjense cómo estará la moral que el simple gesto de manifestación de cariño es ya un ímput que se ingresa en el haber.

Como les decía, la simple palmada en la espalda ya constituye una novedad en el trato recibido hasta la fecha. No digamos qué ocurriría si la tajada presupuestaria que las administraciones dedican al turismo abandonara el farolillo rojo de la clasificación general presupuestaria, si avanzara algunos puestos. ¿Se imaginan a los responsables autonómicos, provinciales y locales presumiendo de que la partida dedicada al turismo va a escalar posiciones a partir de ahora? (¡Vaya espejismo!). No, seamos realistas, el turismo no debe aspirar a tanto.

Recientemente, Pere Joan Devesa, destacado empresario de Benidorm con cuyas teorías me honro en coincidir frecuentemente, ponía de manifiesto el reconocimiento que los cargos públicos expresan hacia la industria turísticaÉ siempre que se dirigen a la misma (faltaría más), pero -añadía- nunca lo hacen cuando están fuera de este contexto y se encuentran entre industriales de otros gremios. Esta es la asignatura pendiente.

Por lo menos, ya que no se reciben apoyos económicos proporcionales a su importancia, recibamos con regocijo los reconocimientos. Gracias.