Escribía la pasada semana del incumplimiento puntual por parte de algunas candidaturas de la exigencia legal acerca de la presencia equilibrada de mujeres y hombres en las listas electorales, que supone que ninguno de los dos sexos tenga una representación inferior al 40% (en cada tramo de cinco puestos y en el conjunto de la candidatura). Esta semana quiero hablar de su cumplimiento, o, más bien, de la forma en que se cumple. Y, aunque ya veremos los resultados, no van a diferir mucho de las elecciones municipales pasadas, dada la obstinación de prácticamente todas las formaciones políticas en asignar sistemáticamente el menor porcentaje a las mujeres. Aunque la ley nada dice, es casi ya un automatismo pensar en el 40% como la "cuota" reservada a las mujeres, dejando el porcentaje mayor a los hombres y así se aplica. Curiosamente, nadie habla de la "cuota" mayor de éstos; o del "cuotazo", si nos referimos al momento en que la ley nada establecía respecto al equilibrio de mujeres y hombres y la presencia de éstas era, en muchos casos, testimonial.

Se arguye en contra de las mal denominadas "cuotas" que éstas actúan contra la mayor preparación exigida y se exige su supresión, pero ¿no es sospechoso que mayoritariamente (y, a veces, casi en exclusiva) los hombres hayan sido o sean los más preparados? ¡Anda ya! Recuerdo que, con motivo de un curso organizado en fechas cercanas a los comicios de 2007, apareció por sorpresa el presidente de las Cortes valencianas, Julio de España, para asistir a una mesa redonda en la que participaban diputadas de los partidos políticos con representación parlamentaria. Al finalizar me comentó que las mujeres que nos empeñábamos en la paridad electoral nos equivocábamos porque, en unos años, cambiarían las tornas y nosotras, mejor preparadas, podíamos ser mayoría aplastante y entonces las "cuotas" se convertirían en un obstáculo para las mujeres. Cuando le respondí que no queremos mayorías y mucho menos para aplastar a nadie, que preparadas siempre hemos estado, que somos la mitad de la humanidad y que como tal queremos participar en la toma de decisiones, me miró con una mezcla de incredulidad y compasión. Debió pensar que era tonta. Lo que yo pensé lo dejo a su imaginación.

La realidad en el conjunto de los municipios de nuestra provincia (en los de más de 3000 habitantes, a los que se aplica la exigencia legal) es que mayoritariamente, salvo alguna formación con escasas posibilidades de obtener representación, las mujeres constituyen el porcentaje menor. Así que como ve, don Julio, el tope del 60% todavía no constituye un obstáculo para nosotras, pero el mínimo sigue siendo una garantía de presencia, aunque sea menor.