Que es el título original de una película que aquí se estrenó como "El último hombre vivo" en 1972. Premonitoriamente, aquel año también nació Alejandro Soler. El protagonista, Charlton Heston, es uno de los escasos supervivientes de una guerra bacteriológica que ha transformado a sus víctimas en mutantes albinos aquejados de fotofobia. Un grupo de éstos forma una secta llamada "La familia" que persigue al solitario Heston, asediado en lo que fue un hogar de dos plantas y ahora se ha convertido en fortaleza erizada de alambradas y parapetos. Durante el día, Heston intenta descubrir la guarida de la secta; cuando cae la noche, los albinos regresan a las calles y Heston debe refugiarse en su salón plagado de entrañables mayorías absolutas, mítines multitudinarios y otras añoranzas.

No desvelaré el final de la historia, aunque es poco probable que alguien se decida a reponer este riguroso espanto. En cualquier caso, habrán advertido que lo único medianamente lírico de la trama es la soledad del héroe y la incombustible terquedad del mal. Como Charlton Heston, Alejandro Soler también pretende fortificarse en el salón de plenos; como Charlton Heston, Alejandro Soler es otro superviviente, no de una guerra bacteriológica sino de un proceso progresista más sutil que podríamos denominar "harakiri colectivo"; como Charlton Heston, en fin, Alejandro Soler murmura durante sus largas vigilias el lamento universal del mártir: Algo ha fallado. Un alma menos porfiada habría sucumbido a la melancolía y entregado su porvenir a una secta de albinos noctámbulos de tendencias derechistas. Pero Soler no puede hacerlo por dos motivos: no tiene otra opción que perseverar y, además, no hay vida fuera de la política como acreditan tantos políticos a quienes solo logran jubilar un juez o un empleado de pompas fúnebres.

Lo cual que el alcalde ha hecho suyo el telegrama de Joffre antes de la batalla del Marne: "La situación es desesperada. Ataco" Y está atacando, créanme. A falta de militantes, ha abducido a independientes; a falta de dinero, intenta convencer a los proveedores de que la factura debe presentarse en Valencia; a falta de proyectos faraónicos y norias desengrasadas, ha concluido que la proximidad física también puede ser rentable y se ha apropiado del amanecer: chocolate y churros con los tenderos, partidas de dominó con los jubilados y donativos a las monjitas del asilo. Muy sensatamente, sus asesores han comprendido que un alcalde que aspira a la reelección debe madrugar inhumanamente al menos una vez en su vida y el candidato sabe que las tinieblas pertenecen a la secta. "El hombre omega" planea deslumbrar a los albinos mientras duermen y me digo que Alejandro Soler ha tenido que ver forzosamente la película. O leído el telegrama de Joffre.