Estos días estoy oyendo unos cantos de sirena que vienen de la capital, que hablan de un plan de lucha contra la economía sumergida; ahí queda eso, y yo con estos pelos.

La verdad es que después de cuatro años de crisis galopante alguna lumbrera del Gobierno ha encontrado este motivo para interesarse por este taimado asunto en el que tan a gusto han campado nuestros intrépidos emprendedores desde la edad del carbón. ¿Es que en los anales de las delegaciones de Hacienda y Trabajo no tenían noticias del volumen que esto representaba? ¿Y el cáncer que hemos estado creando año tras año con la famosa frase "es un mal menor"? Pues hoy ya es un mal mayor, porque por ahí es por donde se van muchos de los esfuerzos que se intentan con las medidas anticrisis que se toman.

Hoy me he desayunado con una noticia muy curiosa: en La Rioja se ha hecho un estudio en el que se constata que un 30% de la economía es sumergida. Pues si esto es en La Rioja, en nuestra provincia ya debemos de estar por el 45%, por lo menos, teniendo en cuenta nuestra experiencia en la materia de economía submarina, clandestina o como puñetas la quieran llamar.

Los que llevamos largos años en estos menesteres y estamos ya acostumbrados a este agua de borrajas ¿qué no sabemos si continuar ensuciando este papel? Pero ya que me he puesto voy a dar unas cuantas pistas para ver si alguno de estos se entera y deja la teórica por la práctica y conseguimos que alguien le ponga el cascabel al gato.

Desde que se comenzó a elaborar este decreto se nos han enviado varias versiones que ha habido que corregir cada vez porque plantean el problema desde la perspectiva de que esto es la primera vez que se acomete y se dan las viejas recetas de que si eres bueno te perdono, y esto, al final, no hace más que demostrar la debilidad de las administraciones a la hora de abordar el problema. Esto es más de lo mismo; si se quiere abordar esta gangrena no hay más que un camino y es firmeza y constancia en las medidas.

¿Saben por casualidad qué es economía sumergida y cuántas ramas tiene el árbol? o ¿es una manera de justificar el tiempo que van a dedicarle mientras dure la moda? Pues si no saben voy brindarle unas cuantas ideas al respecto.

En primer lugar, que nadie circunscriba este problema únicamente al del trabajador que carece de alta en la Seguridad Social, que con ser el primero no es ni mucho menos el único, es quizás el más famoso, pero sólo es la punta del problema. Economía sumergida son también las jornadas se diez y doce horas diarias, sin que aparezcan en las nominas más que los salarios base de los trabajadores, con la excusa de que son tan caros los seguros sociales que no podemos cotizarlos, siendo éste uno de los puntos más execrables de nuestros días, ya que es una fuente de corrupción, pues hay verdaderos maestros en convencer a los trabajadores de las ventajas de no cotizar sus salarios sin explicarles las consecuencias de este acto para sus periodos de baja o desempleo. Además de los desafueros que significa el hacer jornadas de estas magnitudes, acaban teniendo otros daños colaterales. ¿Alguien se ha parado a pensar si este volumen de horas extra clandestinas se transformaran en contratos, cuántos trabajadores dejarían las listas del paro? Pues a ver si somos tan honrados como nos creemos y exigimos estas medidas tanto a los empresarios como a la administración, volviendo a la sana costumbre de jornadas más humanas. ¿Los trabajadores se han parado a pensar qué ocurre cuando han pasado de los cincuenta años con este régimen de jornadas? ¿Cómo acaban en los ambulatorios de la Seguridad Social? Esto también es corrupción, pues estamos hipotecando nuestra salud por un plato de lentejas y, además, sin cotizar. Otro chollo es el uso de los contratos de media jornada sobre el papel y media jornada clandestina, y la administración tan contenta de que cada vez haya más contratos de media jornada

Con esto la solución no es sencilla, pero parémonos a pensar. Con este estado de cosas la Seguridad Social pierde cantidades ingentes de ingresos y la Hacienda pública no digamos. Los trabajadores tienen que pasar por el aro de condiciones infames, ¡y no pases y verás! Porque aquí, mucho pedir honradez y compromiso a todo bicho viviente, pero ¿nos aplicamos el remedio a nosotros mismos? Pues eso no.

Para este asunto sólo conozco un remedio: que las autoridades estatales, autonómicas, provinciales y locales, más patronales, sindicatos, la banca y ciudadanía en general nos impliquemos en cumplir con las leyes, nos gusten o no, y aceptemos que o se rema en la misma dirección o todo este esfuerzo solo servirá para que algunos justifiquen su sueldo y nada más.