A Raquel Bermejo, porque el futuro y la utopía son posibles

¡Indignaos! (Debate), Reacciona (Aguilar), dos libros que no han pasado desapercibidos. ¡Indignaos!, de Stéphane Hessel, con prólogo de José Luis Sampedro, ha vendido en Francia más de un millón de ejemplares, una reflexión y propuesta de tan sólo 48 páginas. Reacciona, ya en su segunda edición, con prólogo de Hessel, lleva un subtítulo que es una declaración de intenciones: 10 razones por las que debes actuar frente a la crisis económica, política y social. Diez textos de personas significativas: Sampedro, Mayor Zaragoza, Garzón, Martínes i Castells, Artal, Escolar, Martínez y López Facal, Pérez de Albéniz, Lucía. Dos libros hermanos, que se apoyan uno en el otro, en busca de una salida no sólo a esta crisis, al sistema mismo, previendo y previniendo la próxima crisis. Aunque en su conjunto las propuestas no van más allá, se reflexiona sobre alternativas para intentar transformar el sistema actual, para, entonces, quizás, poder construir un sistema más justo, sin pobreza, sin violencia, en el que los derechos humanos sean más considerados y tenidos en cuenta más que las "sagradas leyes del mercado". ¿Utopía? La derogación de la esclavitud, que las mujeres voten, que en muchos países no se aplique la pena de muerte, que personas del mismo sexo puedan casarse, también en su momento fueron utopías. La atención sanitaria universal, la educación obligatoria, la jubilación, la ayuda a los dependientes, también lo fueron. En estos dos libros no se propone "tomar palacios de invierno" ni volver a utilizar la guillotina, ni se niega todo el pasado como en el Mayo Francés. Michel Foucault escribió que los griegos del tiempo de Pericles no tenían ante sus ojos el futuro, sino el pasado. Es decir, que entraban de espaldas al futuro. Si no aprendemos del pasado... Los promotores de estos libros (y son sólo los primeros), Hessel y Sampedro, no es casual, nacieron en 1917, de allí que llaman al compromiso, a participar, a actuar, pero de manera no violenta. Recuerdan cuánta sangre, ríos, corrió en el siglo XX. No llaman a la insurrección, a las barricadas, responsablemente invitan al compromiso, y se intuye un cierto, velado reproche; será porque no perciben la suficiente indignación o reacción. Esta crisis, tan dolorosa para millones de personas, que enriquece escandalosamente a unos pocos y expulsa a multitudes a la exclusión no sólo social, puede tener un aspecto positivo. Desde los años ochenta se impuso la ideología "neoliberal", todo vale, cuanto menos Estado mejor. Hoy cualquiera puede observar que aquello fue una gran mentira, un espejismo, el rostro más descarnado de un sistema que se basa en la explotación del hombre (y de mujeres, niños y niñas) por el hombre. 70.000 humanos mueren todos los días del año por falta de comida. Esta cifra conmueve poco, nos hemos acostumbrado, de alguna manera ha ganado la resignación (siempre hubo pobres). No es decente. Cuando bajamos de los árboles, bajamos en manada, temerosos, desconfiados, protegiéndonos mutuamente, individualmente no somos nada, no somos humanos. Hoy el desafío no es menor. La vida en el planeta está en peligro, un tornado amenaza a la Aldea Global, sus muros son frágiles y más de la mitad de sus barrios dan pena.