Casualidad, lo sé, y topicazo, también lo sé, pero créanme que es la verdad. El martes, justo cuando en la pantalla rugían los espectadores del partido entre el Real Madrid y el Barcelona, me encontraba buscando en Google Earth las plantas de los circos romanos de Perge, en Turquía, de Mérida, en España, y del Circo Máximo en Roma, Italia. Ya saben lo que allí se cocía, puro espectáculo para entretener al pueblo. Como el fútbol no me entretiene como para quedarme quieto, salvo que vea el circo en compañía de otros, busqué otras pantallas en las que dejar el mando en descanso mientras comprobaba lo que queda hoy de las obras romanas en sus antiguas provincias. Y vi el mundo al revés. En La 1, los muñequitos corriendo detrás de la pelota. En el Canal 24H, el Telediario de Pepa Bueno, que daba paso a la crónica de Lorenzo Milá desde Washington.

Dedicó la pieza al goteo de información sobre el asalto a la casa paquistaní de Osama Bin Laden, muerte que vieron en directo Barack Obama y Hillary Clinton, entre otros. En esa escena sólo vemos sus caras de tensa angustia, no lo que veían. Me recordó a las tremendas secuencias de Tesis, en las que Alejandro Amenábar martiriza al espectador dejándolo frente a su propia imaginación, espantada ante el espanto del rostro de la chica. Y es horrible. Igual que la torpeza de los políticos que citan, hablan, y se van. Sin preguntas no hay cobertura, se oye el rugido en Twitter contra los políticos que creen que los medios están para publicitar sus ocurrencias, pero sin rechistar. Espanta no lo que dicen sino por qué callan. Al final, todo se sabrá. Lo de Osama, lo de los políticos. Y que, empatando, ganó el Barcelona. Y sin ver la cara de Mourinho.