A Coruña, Barcelona, Gijón, Girona o Elche, son ciudades amables, habitables, de amplia proyección internacional, equilibradas en su desarrollo urbanístico, aliadas con valores cívicos, sociales o políticos, involucradas en la defensa del medio ambiente y de las empresas, comprometidas con la cultura, abiertas a la juventud, tolerantes, verdes, deportivas, cultas, educadas y educativas, solidarias, participativas, transparentes, que trabajan por la sostenibilidad, implicadas en el desarrollo económico, que apuestan por la creación de empleo y no sólo de palabra o de propaganda.

No exagero. Son ciudades con excelente imagen a todos los ojos. Lo que se ve brilla y brilla también lo que no se ve: el contacto directo con las personas, las políticas con los desfavorecidos, la suplencia en competencias que no les son propias o no plenamente, porque no son debidamente atendidas por la administración autonómica.

Son aspectos positivos, valores propios, que van configurando un clima de ciudad, van empapando la convivencia, van calando en la ciudadanía en forma de proyecto común hasta convertirse en ciudades con identidad propia, con un espacio favorable para el acuerdo y para las sinergias.

El orgullo por el propio municipio no es una característica muy extendida en España. Antes bien, lo que abunda es lo contrario, la queja, la desafección por lo común, la ruptura entre ciudad y ciudadanía, el alejamiento entre los responsables políticos y los vecinos.

No es ese el caso de Elche. Nuestra ciudad goza de un bien extendido sentimiento de pertenencia. Existe una cultura de la ciudad de Elche, una identificación comunitaria que puede parecer simple, caída del cielo, un regalo del destino, una casualidad sin causalidad. En apariencia, ya digo.

Y lo digo porque, en mi opinión, lejos de eso, lo que se da en Elche no es un regalo del azar, sino el resultado de una trayectoria bien diseñada y bien aplicada. Si hoy Elche es un ciudad llena de potencialidades, capaz de liderar una nueva prosperidad en forma de relanzamiento económico en nuestra provincia, es porque desde la transición ha habido aquí políticas orientadas al bien común y no a los intereses personales o partidistas que tanto se dan en nuestra Comunidad Valenciana, y que a tantos nos avergüenza.

Reservo para el final lo que me parece más importante: las ciudades mencionadas al inicio tienen algo en común que me parece básico, y es que llevan más de treinta años gobernadas por el PSOE. Esa y no otra, es la razón básica de la buena salud de nuestra ciudad. Esa y no otra, es la razón por la que Elche debe seguir siendo gobernada por socialistas; hay mucho hecho y queda mucho por hacer, pero, ojo, también hay mucho por deshacer, destruir, depredar, ignorar o abandonar, lo que pretende la derecha. Y no es plan.