Por si alguien albergaba dudas acerca de dónde está la verdad en el asunto bien espinoso de los bombardeos de Libia, nuestro más ilustre asesor espiritual, el expresidente Aznar, ha tenido a bien ilustrarnos con su reconocida capacidad para la geopolítica. Resulta que no nos habíamos dado cuenta pero el sátrapa Gadafi forma parte de las filas -un tanto nutridas ya- de los amiguitos de alma a los que se quiere un huevo. Por más que en este caso, Aznar dixit, se trate de un amigo extravagante. Es verdad: basta con fijarse en su tocado cuando se quita los atuendos tribales. Va de sombrero. Muchos han vuelto a él -yo mismo, lo confieso- a causa del miedo a los melanomas. Pero ¿quién lleva hoy modelos así, como de primera comunión de los años cincuenta del siglo pasado?

La extravagancia, pese a lo que algunos izquierdistas radicales podrían pensar, no resulta razón suficiente para que a uno le bombardeen. Hay mejores formas de obligar al dictador de turno a que luzca, qué se yo, chistera o bombín. Poner los pies sobre la mesa, por ejemplo. Muamar al Gadafi, que fue quien ordenó poner una bomba en el avión de la Pan Am caído sobre Lockerbie hace veinte años, se convirtió de terrorista diabólico en ángel de la guarda gracias a ese gesto. El verbo elocuente del señor Aznar lo acaba de poner de manifiesto al explicarnos, con una clarividencia que abruma, que fue él, con esa actitud firme inmortalizada en la fotografía de la reunión histórica de las Azores, quien hizo que Gadafi, que "era un desastre", recapacitase al contemplar la invasión de Irak, "se pusiera a pensar" y pasase de la fabricación de armas nucleares al regalo de trajes, relojes y cosas así. El amigo extravagante.

El expresidente ha tenido a bien el ilustrarnos con varios ejemplos de su clarividencia inmensa. La OTAN se equivoca al bombardear a Gadafi. Europa y los Estados Unidos obraron mal al dejar en el abandono a Ben Alí en Túnez y Mubarak en Egipto. Los aliados occidentales reinciden de continuo en el error no iniciando hostilidades contra Siria e Irán. Que no damos una, vamos. Y con lo fácil que era seguir el ejemplo del prócer Aznar. el del manejo privilegiado de las situaciones tensas como, por poner un ejemplo, el que le llevó a saber que era la ETA quien fue la que puso las bombas en los trenes en aquel 11-M de recuerdo infausto.

Por fortuna, la Escuela de Negocios de la universidad de Columbia en Nueva York nos ha permitido recibir los beneficios de la sabiduría en movimiento que es el líder hoy en semi retiro invitándole a dar una conferencia. Lástima que a los organizadores se le haya escapado un detalle importante. Según parece, el benefactor del pensamiento ilustrado que es Aznar dio su charla en inglés, lengua cuyo dominio, ¡ay!, no figura entre los muchos dones, tanto innatos como adquiridos, que forman su personalidad excelsa. Es difícil que le hayan entendido. Hay que ver lo que la civilización occidental se pierde.