No son los ciclos económicos, estúpido,

son las grandes estafas

de los especuladores.

E l documental que ha ganado un Oscar llamado Inside Job, que significa delito cometido con complicidad del círculo de la propia víctima, destapa la confluencia de intereses entre finanzas y política en la crisis financiera mundial de 2008 provocada por las hipotecas subprime y señalar a sus responsables. Ferguson, el director del documental, subraya el carácter criminal de la crisis: "Creo que el argumento central (de la película) es que la desregulación, que comenzó en la década de 1980, conduce a la aparición de lo que, sin exageración alguna, es una industria criminal. El sistema financiero estadounidense se ha convertido en una industria criminal, en particular la banca de inversión. Eso es verdad en la forma tan literal en la que estas personas han violado la ley, y ha corrompido las personas que deberían haberla contenido - obviamente el sistema político, el sistema regulador y, menos obvia pero igualmente importante, el mundo académico y la investigación de la disciplina económica".

Ferguson cuando recogió el premio de la Academia de Hollywood comenzó su discurso diciendo "discúlpenme, pero debo arrancar señalando que tres años después de que estallara nuestra horrible crisis causada por el fraude financiero masivo, ni un solo ejecutivo ha sido encarcelado, y eso está mal".

Así aparece Frederic Mishkin prestigioso economista, profesor de la Escuela de Negocios de Columbia, exmiembro del Consejo de la Reserva Federal (algo así como nuestro Banco de España). Durante la entrevista, Ferguson le recuerda a Mishkin que en 2006 escribió un informe llamado Estabilidad financiera en Islandia, una loa a las virtudes del robusto sistema financiero del país. Mishkin cobró 100.000 dólares de la Cámara de Comercio de Islandia por su trabajo. Uno de los muchos casos de confluencia de intereses entre finanzas y política. Meses después, Islandia colapsó a causa de la voracidad especulativa de su sistema financiero. Y entonces Mishkin, en su currículum: donde decía Estabilidad, ahora puso Inestabilidad financiera en Islandia. Y preguntado sobre esta falsedad dice "no recordar" haber modificado ese dato en su currículum. Y así todo. La ideología de los gigantes del sector financiero se infiltró en todos los ámbitos del sistema económico estadounidense, de las administraciones políticas (demócratas y republicanas) a los agentes reguladores, de la academia (departamentos de Economía de universidades como Harvard y Columbia) a las agencias de calificación.

En el citado documental Inside Job se pone de relieve que desde el ascenso a la Casablanca de Ronald Reagan, en los años 80, se impuso el dogmatismo neoliberal, donde la desregulación fue la norma y el progresivo adelgazamiento del Estado una inercia tramposamente inevitable. Como consecuencia, lo que hoy estamos viviendo, más bien diría padeciendo, es de dimensiones históricas, con características globales. De la situación se adueñan la desconfianza y la incertidumbre. Los consumidores no consumen, los empresarios no contratan, los inversores no invierten y los bancos no prestan. Nuestra economía se ha debilitado enormemente, como consecuencia de la codicia y la irresponsabilidad de algunos, pero también por la incapacidad de los políticos de tomar decisiones difíciles. Un país no puede prosperar durante mucho tiempo cuando sólo favorece a los que ya son prósperos.

El estallido de la crisis no sólo se debe a los fallos de regulados y reguladores, que son evidentes, sino a la dimensión desproporcionada que adquirió la economía financiera, al margen de su función primordial de alimentación de la actividad productiva. Las distintas instituciones financieras se han servido de los clientes para colocar productos basura en lugar de servirse de ellos para gestionar prudentemente sus depósitos, ahorros inversiones o créditos. Y ha habido fallos de los organismos de control. Los de ámbito local o nacional, inadaptados o sin competencia en lo global, y los internacionales, aún más obsoletos y desajustados. Los sistemas de mercado no regulados acaban destruyéndose a sí mismos, como hemos podido comprobar. Necesitamos una regulación eficaz de los mercados financieros, un retorno a los valores éticos. Se debe aspirar a recuperar el contenido ético que ha estado ausente de los mercados financieros.

El capitalismo es la asombrosa idea de que los peores hombres harán las peores cosas para alcanzar el bienestar de todos. John Paulson, todo un ejemplo, es uno de los más celebres gestores de fondos de alto riesgo. Ganó unos 15.000 millones de dólares apostando contra los productos basados en hipotecas subprime. Su fondo tomó posiciones contra el euro y fue uno de los más activos en apostar por la caída de los bancos españoles mediante agresivas posiciones bajistas.

A pesar de la complejidad de los problemas económicos que afrontamos, de esta crisis también saldremos, pero antes será necesario reconstruir los fundamentos morales de la economía de mercado, si lo prefieren del capitalismo: la corrupción, el fraude, el abuso, la desigualdad, la injusticia, la desconfianza, es de tal naturaleza que, si queremos mantener la legitimidad social de la economía de mercado y la eficacia de las reformas y las políticas económicas, tendremos que reconstruir una política del bien común. Ahora lo que está en cuestión son los valores, las reglas y las instituciones que regulan nuestra economía. Tras la última mutación de la crisis en la de "deuda soberana", estamos a un paso de la siguiente, es decir, de la crisis social, tras haber dejado por el camino millones de "cadáveres" empobrecidos, por la avaricia de unos pocos.

(¥) Es autor también de este artículo Luis Segovia López, magistrado jubilado y profesor de la UNED (Elche).