Escucho a Dani Martínez, tontaco de Tonterías las justas, decir que en ese programa es donde más se reconoce, donde se encuentra que es más él, y que alucina porque hay secciones como el Ranquin que son revolucionarias. Y lo explica. Es alucinante, dice el ganso, que ante un croma unos capullos dando saltos y atizándose con unas barras de goma, y unos vídeos de saldo, se pueda hacer media hora de televisión. Lleva razón. Es alucinante, y doloroso, y vergonzoso. Es alucinante que haya gente que se identifique con esas pamemas hasta el punto de elegir la cadena a esa hora para verlos en vez de cortarse las venas. Dice este chico, al que tengo dificultades para entender porque pronuncia con el culo, usando una expresión que seguro les sube la estima, que están evolucionando, que cada día apuestan por hacer cosas nuevas, que están decididos a salir a la calle para, ojo con la mandanga, interactuar con el público, y que por eso se fueron a Astorga a hacer una macrogamba en la plaza del pueblo, o donde quiera que se hagan las macrogambas. Cuando a veces los veo en el programa, y prometo que no puedo verlos mucho porque sacan de mí lo peor, me fijo en los matices, en sus caras, en sus expresiones, sobre todo cuando el foco se dirige al de al lado. Me fijo mucho en Florentino Fernández y su gastado repertorio de expresiones. Me pasa como con los payasos del circo, los de nariz roja. Que en vez de alegrarme el día me provocan las ganas de llorar porque me dan mucha tristeza. Con Flo, igual. Cuanto más se ríe, o se ríen en ese programa, más me deprimo viéndolos. Tengo que decirlo, es un programa de tontos para tontos. Pero tontos, tontos. Es lo que pasa cuando hace mil quinientos años que cumpliste los doce.

Paqui la Coles

Se extraña Flo de que el programa tenga más fans en Facebook que audiencia. En esa red social ha alcanzado el millón de chiquillos que han pinchado el "Me gusta". Lógico. A la hora de la emisión, la chiquillería suele estar en la escuela. O sea, es un programa que vulnera todas las reglas de la lógica. Programa infantil emitido en horario adulto, o semidesnatado. Porque aunque no se digan palabrotas ni se practique sexo duro, si le das al mando y subes un escalón, te puedes topar con una fauna de verdad espeluznante. ¿Hace tiempo que no se han asomado a Sálvame, como le pasa a un servidor, que dejó de ver a sus tontacos por aburrimiento? No lo hagan. Siguen igual. Es otro misterio de la tele de nuestros días, que algún día, cuando pasen los años y se vea en la distancia, habrá quien estudie el fenómeno y dictamine sin piedad sobre esta sociedad absurda y un poquito desquiciada. En una cadena, se infantiliza al personal con un programa para niños que se tragan los párvulos adultos, y en otra, se infantiliza al gentío con un teatro para adultos que se tragan los adultos más idiotizados del lugar. Telecinco, se ha dicho mil veces, es una potente fábrica de necedades que ella sabe hacer imprescindibles, es decir, es el charlatán perfecto, el maestro vendedor, el sublime telepredicador, el tipo que es capaz de venderte una bolsa de cubitos en el Polo Norte. Mierda que se inventa, mierda que rentabiliza. Lo último, al menos que uno sepa, es la creación de un fantoche llamado Paqui la Coles. O así. Ha aprendido rápido. Ya sabe desmayarse cuando las actrices del programa, zorras viejas, le tiran al cuello. Es tan vulgar y necia como Belén Esteban. Es decir, puede hacerle sombra.

La Bolsa y la Esteban

Pero ojo, que a la Esteban le quedan aún muchas muecas que hacer, muchas lágrimas que derramar, muchas amenazas de retirada que lanzar mientras su empresa, aunque parezca un sindiós, y según nos dice La Sexta, tiembla con sus decisiones porque las acciones en Bolsa del chiringuito de Paolo Vasile fluctúan ligadas a la princesa de la basura, hacia arriba si está, hacia abajo cuando desaparece. Emilio Botín le pidió a Zapatero que no se le ocurriera marcharse antes de 2012 porque España, es decir, él, su bolsa, sus negocios, sus ganancias, su inconmensurable fortuna, lo necesitan para dejar el solar patrio hecho un bebedero liberal, y que él y otros como él, le agradecía lo bonito que estaba dejando el patio. Cuando un banquero le dice a un gobernante que lo está haciendo bien hay que echarse a temblar si no eres banquero. Cuando las acciones en Bolsa de Telecinco, por mucha coña que tenga La Sexta contra Telahinco, dependen de si una histérica se va o se queda, estamos alcanzando la cuadratura del círculo o el círculo en la cuadratura de la tele.

El polígono, juez falible

Vuelvo a Paqui la Coles. Es un gran repuesto, un activo financiero. Dijo que se había acostado con Víctor Janeiro, el pequeño bailarín de Ambiciones, y que se dirigía a ella con hermosas palabras de amor. Paqui, ¿quieres coles? Y Paqui se abría de patas y le daba coles, muchas coles. Semejante patraña debía ser jaleada, engullida, comprobada y excretada, es decir, puesta en valor, por la máquina que no falla, el polígrafo de Vasile. Que el polígrafo dice que has mentido, Paqui, que te lo inventas todo, so moñas. Me he acostao con él, diga el polígono lo que diga. ¿El polígono? Da igual. Acababa de nacer una nueva estrella en Telecoles. Ya ha recorrido los altares más exquisitos de la cloaca, desde el de AR al Enemigos íntimos de Santi Acosta, y por supuesto el de Sálvame, que se la disputa a tarascadas con el resto. Su incultura, su capacidad para el montaje, sus expresiones, su desgraciada apariencia la hacen candidata ideal para ocupar un sillón junto al resto de asnos. Dani, el de Tonterías, alucina por hacer media hora de televisión con unos capullos saltando ante un croma zurrándose con gomaespuma, pero eso no es lo alucinante, claro. Ni que los gastados montajistas de Sálvame rellenen más de cuatro horas con su sórdida estulticia. Como no dice el tontaco de Cuatro, lo alucinante es que haya gente que se trague esas gambas que no pasarían la prueba del polígono.