Zapatero no es el único que está sufriendo el desgaste de la intensa, y ya también extensa, crisis económica. Recientemente hemos comprobado que los líderes europeos que llevan el peso de las decisiones que se adoptan en el seno de la Unión, Sarkozy y Merkel, están viendo cómo se materializa la pérdida de su poder territorial en sus países. En Francia, según los analistas, nos vamos a encontrar con una segunda vuelta de las elecciones presidenciales sin el actual presidente, y no porque dude de su voluntad de concurrir nuevamente, sino porque le apeen a mitad de camino. En este caso, se apunta a que, por un lado, el Partido Socialista francés podría aglutinar a la izquierda y centro-izquierda, obteniendo, en consecuencia, un importante suelo electoral, y, por otro lado, el partido de extrema derecha arrebataría el apoyo de un espectro político que dejaría al partido de Sarkozy sin apoyos suficientes para pasar el primer corte electoral. Así las cosas, y vista la experiencia ya vivida en Francia, el candidato socialista ganaría las elecciones gracias, en parte, al voto contra la extrema derecha.

En Alemania está pasando lo mismo, la gran lideresa ve cómo los socialdemócratas y los verdes le comen el terreno en los Landers más importantes del país, elecciones tras elecciones. Por otra parte, también es cierto que Obama ha perdido su popularidad en poco tiempo y que los conservadores, sin escrúpulos, pueden poner en un aprieto su reelección de 2012, dejando al actual presidente habiendo cumplido tan sólo una legislatura: sorprendente.

En definitiva, lo que se percibe es el fuerte desgaste que genera la gestión de la crisis, sin que se entre a valorar por parte de la sociedad las posibles alternativas políticas. Salvo los verdes en Alemania, que están haciendo valer su posición contra las centrales nucleares en un momento tan sensible como éste debido a lo que está aconteciendo en Japón, con perspectivas de empeorar, o la extrema derecha en Francia e, incluso, en EE UU, siempre al acecho del desencanto popular con un lenguaje dogmático que hace meya en la racionalidad de la sociedad, nos encontramos, en general, con partidos políticos que tienen una masa electoral fiel que les permite, sin aportar nada nuevo, recibir los réditos del desgaste de los gobiernos. Esto está pasando tanto en Francia y Alemania como en España, donde el partido popular, sin méritos propios, tiene muy cerca conquistar La Moncloa.

Dejando el término ideologías aparte, que parece que algunos prejuiciosos molesta, lo que faltan son ideas de cómo abordar la gestión, ya no de la crisis, sino de la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos, los mercados, la educación, la eficiencia de los servicios públicos, y así un largo etcétera que necesita abordarse sin el sometimiento a la oportunidad electoral.

Los ciudadanos se desharán electoralmente de sus actuales gobernantes, pero qué van a hacer sus alternativas, qué debate hay en el seno de la socialdemocracia española, cómo se pretende gestionar la salida de la crisis, cómo se va a redistribuir la riqueza. Son muchas las preguntas, pero parece que sólo tengan las respuestas las agencias de rating, puesto que los partidos están desaparecidos.