Hay momentos que huelen a oportunidad. Hay que detectarlos. Detenerse, olerlos y ponerse manos a la obra. Y este momento huele a gran oportunidad para el Elche CF.

Oportunidad para la sociedad anónima que lo rige y que ve ahora razonablemente pacificadas sus finanzas. Se aleja el fantasma del concurso de acreedores. El aval de 14,2 millones de euros del IVAF deja al club muy saneado. El pasivo se trasvasa a la fundación que garantiza con las acciones. El riesgo, por tanto, lo asumen los accionistas con sus títulos, no el club con sus activos. Hacía mucho tiempo que no se encontraba con esta calma chicha para poder preocuparse de un modelo deportivo.

Oportunidad para su presidente. Hace cinco años, tras una etapa anunciada con grandes expectativas y saldada con rotundos fracasos deportivos e impensables deudas económicas, Pepe Sepulcre apareció como la gran esperanza. La situación, sin embargo, pronto se tornó crítica. Demasiado pasivo para manejarlo un pequeño grupo. La aparición de Juan Carlos Ramírez le llevó a un discreto segundo plano. Hoy esa etapa parece haber llegado a su fin. Y, sin embargo, la esperanza sigue siendo Pepe Sepulcre. Pocos presidentes han tenido esa segunda oportunidad.

Ramírez llegó al Elche con la vista demasiado larga para imaginar un brillante futuro y demasiado corta para evaluar un agónico presente. Su paso por el club, no obstante, es más defendible de lo que muchos le conceden. No habrá que olvidar que él dio un paso adelante cuando todos lo dieron hacia atrás. Finalmente, las urgencias del presente pudieron con él. Y las iras de una afición que, a la acostumbrada crítica desaforada ante los resultados adversos, sumó en su caso el recelo que siempre despertó su condición de foráneo. Con él al frente del club, la afición siempre tuvo la sensación de tener al Elche en el exilio.

Pero, sobre todo, es una oportunidad para devolver al club la magia que antaño tuvo en relación con la ciudad y su condición de símbolo de un Elche pujante. Las épocas brillantes de los clubes siempre coincidieron con las de las ciudades. Y el tiempo del Elche hoy apunta, igualmente, al tiempo de la ciudad. El club, liberado en gran medida de su lastre financiero, puede aspirar a reclamar un lugar en el fútbol que parece consolidarse como gran deporte de masas en un mundo globalizado por los medios de comunicación y en el que las expectativas inmediatas de aumento de ingresos de televisión y reglamentación de los márgenes de contratación de estrellas permiten pensar en un horizonte de sostenibilidad en la élite si un club es razonable. La ciudad, por su parte, se encuentra en puertas de un nuevo tiempo. Elche está sufriendo duramente la crisis porque, a diferencia de otras, que son ciudades de funcionarios y adjudicatarios, ésta es una ciudad de trabajadores y empresarios. Esta condición, que explica el castigo duro de la crisis en el municipio, será, junto a un Ayuntamiento empeñado en ello, la clave del despegue cuando escampe. Y ese día el club podrá volver a ser el símbolo que fuera de la ciudad en los años sesenta. La mejor y más visible metáfora del desarrollo de la ciudad y su refundada y diversificada economía.

Pero esto no se hace sólo. Hay que volver a Sepulcre, que tiene la obligación de liderar el proceso. Hoy tiene el favor de la confianza en él depositada. No lo tendrá por mucho tiempo. Y, después de todo lo ocurrido, se le exigirá a ese liderazgo transparencia en la aplicación de los recursos financieros obtenidos y un proyecto claro. Si es capaz de hacerlo de manera cabal, tendrá la oportunidad de tocar, de nuevo, la corneta y configurar un núcleo duro local que acometa la repatriación del club, su viabilidad económica y un proyecto deportivo, pendiente desde hace mucho tiempo.

Colmaría, qué quieren que les diga, este escenario el descenso del Hércules. Comprendo las iras que este deseo levanta en la llamada capital. O la chanza, habida cuenta de la actual situación. Pero deberá entenderse que Elche durante mucho tiempo demostró con gestos y con hechos que era en el fútbol en lo único que habría que competir con la ciudad vecina.

Definitivamente, esto huele a oportunidad. El presidente tiene la vez. Si no la utiliza bien, perderá su oportunidad. Eso lo lamentaríamos. Pero también perdería la oportunidad del Elche. Eso no lo perdonaríamos.