Hace treinta años publiqué un artículo que titulaba "Del desencanto al miedo, del miedo a la reflexión" a propósito del fallido golpe que hoy se conmemora y que dio paso a una manifestación popular a favor de la democracia. Se partía de una situación de descrédito de la transición y de una crispación generalizada entre políticos que llevó a lo que se llamó el "desencanto" por parte de amplias capas de la población y que también hizo que algunos salvapatrias, militares y civiles, decidieran dar aquel paso que haría reflexionar a los que olvidaban que lo mejor es enemigo de lo bueno y que les llevó a reconocer que valía la pena conservar la democracia.

Me parece claro que el gran cambio ha sido en el Ejército, no tanto en algunos sectores civiles que siguen en sus trece. Lo que ciertamente no ha cambiado es en el hecho de que aquel desencanto no era un fenómeno únicamente español, sino que se estaba dando en otros contextos distintos. Ya me he referido al descrédito ampliamente difundido de la clase política y al desencanto actual con el funcionamiento de muchas democracias. Lo interesante son los detalles de la reacción que se está produciendo en varios países, cada cual con sus peculiaridades.

Tenemos, para empezar, la manifestación que se produjo la semana pasada en Parma "en defensa de la Constitución". Como es sabido, Berlusconi pretende cambiar algunas leyes para evitar que los "jueces, en su mayoría de izquierdas" echen atrás leyes "justísimas", dice, aprobadas por mayoría en el Parlamento. En España no se llega a tanto: sólo si los jueces dictan sentencia que no gusta al Partido (con mayúscula) se hablará mal de los jueces. Pero Berlusconi va más allá y pretende embridar al poder judicial tal y como es definido por la Constitución.

Lejos, pero cerca, está el movimiento "Montecristi vive". Montecristi es el lugar en el que se redactó la actual Constitución ecuatoriana que algunos ven en peligro a causa de la consulta o referéndum que el presidente Correa quiere convocar. Uno de los puntos es, precisamente, la reforma de la justicia que este movimiento considera peligrosa para la democracia.

En ambos casos, se trata de reacciones frente a decisiones gubernamentales sospechosas de atentar contra su Constitución. No es exactamente lo sucedido en Wisconsin pero sí está relacionado. Allí, un gobernador intenta recortar (suprimir, más bien) la capacidad sindical de negociación colectiva y ha habido manifestaciones "en defensa de la democracia", habiendo convocado para el próximo día 26 un día de acción con tal propósito.

El tsunami que agita al mundo árabe tiene, a lo que parece, motivaciones muy heterogéneas, pero el elemento pro-democrático es innegable. Pro-democrático y no-violento... excepto por parte de los respectivos gobiernos poco democráticos y que echan mano del ejército para reprimir tales demandas. Eso sí, en Egipto el gobierno (militar, por supuesto), promete una nueva Constitución.

¿Y España? Aquí hemos entrado en esa etapa de "insulto a la inteligencia" llamada "campaña electoral" y, como suele suceder, todo vale. Por parte del Partido Popular, la táctica parece ser la de mantener y, mejor, aumentar el descrédito de Zapatero, aprovechando cualquier ocasión que se tenga a mano o a pluma para ridiculizarle venga o no venga a cuento, y, después, plantear que votar a un candidato socialista a una comunidad autónoma (digamos, Castilla-La Mancha) o a un ayuntamiento (digamos, San Juan de Alicante) es votar a Zapatero, contaminando así al candidato con el desprestigio de Zapatero.

Pero no es eso lo que me parece importante. Al fin y al cabo, es lo de siempre, como hace treinta años se hablaba del "tahúr del Misisipi con chaleco floreado", "golfo" o "inculto salido de las cloacas del franquismo" para referirse a Adolfo Suárez. Pero ahora, como he dicho, el riesgo no es de golpe, aunque no sé de que lo pueda ser el desencanto actual.

El hecho es que cada vez encuentro más gente a mi alrededor (aunque no es una muestra representativa) que dice que va a votar en blanco o que desearía que no votase nadie precisamente para expresar el desacuerdo con la manera con que está funcionando la democracia en España. En algún blog he leído que, por lo menos, no habría que votar al PP, PSOE y CiU ya que, dicen, "han faltado a su principal obligación con la ciudadanía: defender la Constitución que juraron o prometieron acatar". Puede que se trate de otra táctica electoral, pero sí que tendríamos que reflexionar sobre este desencanto.