La Responsabilidad Social Empresarial (RSE) es un constructo en cuyo seno se alojan diferentes perspectivas que le dan forma, contextura y robustez, y orientan su acción a la consecución de la excelencia empresarial. La RSE posee una ineludible perspectiva ética y de valores, pero también alberga un propósito cierto de eficacia-eficiencia para cumplir con su misión y alcanzar la visión que se ha propuesto, al tiempo que construye un concepto vigoroso de sí misma para forjar su identidad y alinear a las personas con los objetivos corporativos. Sostenibilidad y permanencia son aspiraciones básicas de los organismos y deseable en toda organización, la RSE facilita y orienta este objetivo. La adopción voluntaria del modelo, sitúa a la empresa en una posición ideal para el diálogo constructivo con sus públicos interesados y alimenta el compromiso que es el combustible que dirige la compañía hacia la acción responsable. La innovación es la estrategia de las organizaciones para responder a los retos internos y externos, reducir riesgos y adaptarse responsablemente a las demandas del mercado y de sus públicos interesados. Sin innovación es difícil pensar en RSE más allá de su variante filantrópica.

La RSE de primer nivel, aquella que se ocupa del ejercicio responsable de su objeto propio, es una palanca de innovación y cambio; del mismo modo que la innovación es la fuerza impulsora que facilita el cumplimiento del programa de responsabilidad social de las organizaciones. La innovación tiene diferentes niveles de profundidad, que van desde la incremental-evolutiva hasta la radical-generadora. Puede afectar a productos o servicios, o a sistemas completos. Puede ser relativa si tiene su origen en el benchmarking y absoluta si está ligada al I+D. En cualquier caso, la innovación significa cambio, diferenciación y posicionamiento. Si la innovación va unida a la RSE, debe de buscar la sostenibilidad, la identificación con los públicos interesados y el compromiso socioambiental. La RSE y la innovación son, deben ser, conceptos mutuamente dependientes que se atraen y complementan.

Un ejemplo de RSE/innovación de productos-procesos es la empresa Neumáticos Soledad, cuya responsabilidad medioambiental ha orientado su actividad a la recuperación y tratamiento integral de neumáticos, focalizando su acción en las tres "erres": reutilización, renovación y reciclaje. El proceso completa el círculo de producción, uso y reciclado del caucho con otras aplicaciones como calzado, aglomerado para carretera, piezas técnicas, etcétera. El resultado es un considerable ahorro de energía, materias primas derivadas del petróleo y emisiones de CO2; y por tanto, la reducción del impacto de su actividad en el medio ambiente. Otro ejemplo de RSE/innovación tecnológica es el, ya clásico, proyecto de Nicolas Negroponte, para acabar con la brecha digital en los países en vías de desarrollo. Su apuesta es el ordenador portátil XO, que no necesita conectarse a la red eléctrica para funcionar, posee la robustez necesaria para trabajar en condiciones difíciles y su precio no supera los 100 dólares. Una aplicación práctica de este proyecto es el Plan Ceibal, realizado en Uruguay, para el acceso a la sociedad de la información y el conocimiento de los escolares uruguayos. Un último ejemplo, muy notable, de RSE/innovación social es el de Caja Navarra con su estrategia de banca cívica, que consiste en un ejercicio de transparencia, inédito en el sector bancario, en el que el cliente puede conocer cuánto gana la caja con los servicios que le presta, en qué invierte la entidad sus ahorros, participar en la decisión sobre el destino de los beneficios (el 30% es para proyectos socioambientales), conocer cuánto le corresponde al/los proyecto/s que el cliente ha elegido, cómo las ONGs gestionan ese dinero y participar como voluntarios en el desarrollo de los proyectos elegidos.

Parece generalizada la idea entre empresarios y teóricos, de que las empresas que sobrevivirán a los profundos cambios en los que estamos inmersos, serán aquellas que adapten con éxito sus tecnologías, sepan seguir las pistas del cambio de tendencias para buscar nuevas oportunidades de negocio, realicen su actividad de forma limpia y mantengan un diálogo estimulante con sus públicos interesados, que son cada vez más conscientes, sensibles y con mayor capacidad de movilización, sin moverse del sofá, gracias a Internet. El binomio RSE-Innovación posee la capacidad de transformación de las organizaciones si en el punto de partida hay un propósito estratégico que involucre áreas significativas de los recursos, los procesos, las relaciones con los clientes y la gestión del cambio. Para esto, son necesarias grandes dosis de creatividad y valentía para gestionar en entornos complejos, imperfectos y preñados de incertidumbre, venciendo el miedo a lo nuevo y desconocido. Los proyectos comentados no habrían sido posibles sin cambios significativos en el pensamiento y la acción de una parte importante del personal de las organizaciones, particularmente de la dirección, con el gerente a la cabeza, impulsando, motivando y haciendo visible su interés por la implantación de este modelo de gestión. Este cambio de enfoque es fundamental para emprender el camino de la RSE, para innovar lo necesario para conseguir los objetivos económicos, sociales y ambientales que las organizaciones necesitan para crecer y crearse un futuro en un mundo cada vez más impredecible.