La lamentable gestión del Plan General de Alicante -actualmente en su última fase de aprobación-, la debilidad del documento final, precipitadamente ultimado, a lo que se ha unido recientemente las sospechas -que han recaído sobre algunas circunstancias de su tramitación-, coloca al planeamiento urbano de la ciudad en unos niveles muy bajos de legitimidad, no sólo política sino profesional.

El planeamiento urbano de una ciudad no es sólo un documento técnico, ya que, en la medida que establece las condiciones urbanas en las que se desarrollará la vida futura de sus habitantes, se sustenta en una cultura de ciudad, en una manera de mirarla, de vivirla, de cuidarla, de construirla. De este modo, tiene una trascendencia que alcanza no sólo a los políticos y técnicos responsables de su redacción, gestión y seguimiento, sino también a toda la ciudadanía por el grado de implicación que se les exige. Si en Alicante asistimos a una crisis del urbanismo, ésta es triple: política, profesional y ciudadana.

Las suspicacias acerca de la tramitación del plan han llevado a los partidos de la oposición a pedir la retirada del documento. Sin entrar en ese debate, aprovecho para insistir, como ya he manifestado en otras ocasiones, que este plan es endeble urbanísticamente y sería deseable su reelaboración desde bases y desarrollos más serios y rigurosos. Algunos de los contenidos que habría que revisar se exponen sucintamente en los siguientes diez puntos:

1. Mayor inserción y arraigo en el territorio metropolitano. Aunque desgraciadamente el planeamiento urbano se circunscribe al término municipal, muchas de las cosas que ocurren dentro del mismo se explican por lo que pasa en un ámbito espacial superior al municipal, como por ejemplo, ¿cuál es la posición del plan general sobre la ampliación del aeropuerto?

2. Justificar con rigor el dimensionamiento del crecimiento del suelo urbanizable. Frente a la disociación entre urbanismo y vivienda en el plan, deben de establecer las relaciones entre el parque de viviendas nuevo y el antiguo, la localización de suelo para vivienda pública, necesidades de rehabilitación, etcétera.

3. Definición e incorporación de operaciones estratégicas sobre espacios de oportunidad con capacidad para transformar la ciudad.

4. Reconsiderar la condición del suelo no urbanizable, aplicando sobre el mismo diferentes propuestas de contenido paisajista, agrícola, patrimonial..., en lugar de considerar a esta clase de suelo como un territorio en barbecho a la espera de ser urbanizado.

5. En lugar de una normativa de edificación genérica, introducir otra especifica desarrollada en dos niveles. El primero, destinado a la definición de todos los factores que determinan el paisaje urbano y la forma de la ciudad -lo que se conoce como Guías de Diseño-, y que incluiría alturas, tipologías, características del espacio público, etcétera. Y un segundo nivel, más minucioso, relativo a las condiciones de edificación, entre las que deberían de encontrarse las relativas al ahorro en la vivienda de recursos energéticos y de agua, entre otras cuestiones ambientales.

6. El planeamiento urbano más innovador es el que tiene entre sus objetivos reducir la huella ecológica de la ciudad, un indicador de los efectos ambientales generados por su funcionamiento. Sin embargo, el plan no introduce indicadores ambientales vinculados al crecimiento previsto en el mismo.

7. El plan general debe relacionar los crecimientos proyectados con la previsión de nuevas líneas de transporte público, en especial de una futura red de tranvías.

8. Desarrollo de un sistema coherente de espacios libres que articulen la ciudad con su entorno natural, estableciendo con claridad qué tipologías de espacios libres se han propuesto y cómo se relacionan entre ellos.

En este sentido, en el plan se grafían diez áreas naturales a las que se le asigna el carácter de parque. Sin embargo, lo fácil es utilizar el color verde en un plano, y otra cosa muy distinta es justificar por qué se ha hecho así: ¿qué criterios se han seguido para definir esos parques?, ¿cuáles son las cualidades de esos lugares?, ¿qué papel cumplen esas piezas en la estructura urbana propuesta?, ¿qué finalidad y usos van a tener y como se van a gestionar?, ¿cuáles de las áreas naturales de protección propuestas en el plan general en realidad se han delimitado para satisfacer a los promotores de nuevos desarrollos urbanizables, en previsión de lo que prescribe la ley valenciana de suelo?

9. Un fuerte compromiso con la gestión, que garantice la transparencia y la hegemonía de la iniciativa pública en las decisiones que afectan al plan.

10. Con relación a la participación pública, lo que se ha hecho en el plan de Alicante corresponde más a una "venta del producto" que a un verdadero proceso de participación.

La miseria cultural del planeamiento urbano en nuestra ciudad no sólo se circunscribe al planeamiento general del municipio, como muestra la decisión, sin ninguna reflexión territorial y urbana previa, de implantación del macrocentro comercial de Ikea en el plan Rabassa, una intervención consistente en introducir una enorme pieza comercial de 300.000 metros cuadrados en el área del plan.

La más elemental lógica urbanística exigiría la revisión y remodelación total del plan parcial de Rabassa por la alteración de la estructura de usos, equipos, actividades y viarios previstos en el inicial, así como por los incrementos de densidad puntual motivados por los aumentos de altura que va a producir la modificación impuesta por Ikea, al acumular la edificabilidad residencial desplazada por el macrocentro comercial sobre los edificios del resto del sector.

Sólo por esta última frivolidad se descalifica urbanísticamente toda la operación y, además, expresa lo que realmente es el plan Rabassa para sus promotores: un simple contenedor de suelo edificable y viviendas.