En los años ochenta, cuando se conoció en España que convivíamos con una nueva pandemia, la del VIH/sida, se tomó conciencia que la educación sexual era una asignatura pendiente. Inclusive los preservativos no pasaban por ningún control de calidad, una de las herencias de los 40 años cuando el sexo era un pecado y además un delito.

Muchos esfuerzos ha costado que se reconociera su importancia, tanto como un asunto de salud pública como en cuanto a los derechos humanos, y las dificultades fueron, y siguen siendo, enormes. Se pretende desconocer cómo en la sexualidad humana, se la niega, que en todas sus variantes, y son unas cuantas, ya estaban presente hace 40.000 años (convendría visitar la exposición Sexo Piedra en Altapuerca).

Es comprensible que los que pretenden que la sexualidad tiene que ver sólo con la reproducción -ni fue así cuando bajamos de los árboles hace unos tres millones de años-, se escandalicen que se hable de masturbación o de homosexualidad.

Se pretende que prevención es igual a celibato, a contención, se asocia la sexualidad de manera maliciosa con las enfermedades de transmisión sexual (parece que masturbarse no provoca ceguera), con la intención no de prevenir, sino de sembrar dudas, confusión. Pretenden que hablar de sexo estimula a tener "relaciones desordenadas", a la promiscuidad (¿comer carne en viernes?). Los jóvenes y las jóvenes no descubren la sexualidad porque en el aula se le hable de ella; eso significar desconocer cómo somos los seres humanos.

Otro aspecto ha destacar es negar la sexualidad de niñas y niños. Hasta el feto en cierto momento comienza a chuparse los dedos. ¿Tiene hambre? No, descubre el placer, que aún nada tiene que ver con el coito. El placer está presente en toda la vida de los humanos, independientemente de la edad.

Conviene señalar que se trata de un tema delicado, no es como enseñar matemáticas. El docente previamente debe conocer al alumnado e informar evitando conflictos, que surgen muchas veces con padres y madres, personas que cuando estudiaban sólo se hablaba del tema como algo biológico, casi mecánico. La educación lo que provoca es el conocimiento, y, más aún, la cautela, el deseo es difícil de asumir, necesita ser ubicado en un encuadre; hay que aprender a controlar el "calentón" y eso no significa reprimir la sexualidad.

Conviene consultar los informes del Plan Mundial del Sida de la ONU que demuestran que en donde se imparte educación sexual de manera continuada chicas y chicos comienzan las relaciones de penetración más tarde, que se producen menos embarazos no deseados, menos violencia por parte de los chicos. Es muy grave que los prejuicios perjudican la salud, la convivencia. Eso sí tendría que ser sancionado.

(*) Firman también este artículo Diana Andreea Sumánaru, coordinadora de programas de la asociación AFAS y Gheorghe Bunea, coordinador de programas de inmigración.