Cuando se trata de cualificar nuestra oferta turística, de aumentar y enriquecer su atractivo, su capacidad de atraer y satisfacer a más y mejores clientes (aunque sean solo unos pocos) todos los recursos, rasgos y peculiaridades pueden -y deben- ser utilizados o puestos en valor. Se trata de conseguir con ello el aumento de la competitividad de este sector: el turismo; con el que, de alguna manera, todos por aquí estamos relacionados.

Sabido es que el binomio "sol y playa" encierra el mayor y más buscado de los atributos por parte de los turistas que nos visitan. Bueno, no hace falta que les precise que se trata del buen sol y la buena playa lo que persiguen los visitantes, porque escaso sol e impracticables playas también disponen en algunos de sus países de origen, pero no les atrae lo más mínimo; y en otras procedencias ni siquiera osan conjugar el popular binomio, pues no tienen ni lo uno ni lo otro. Así que, mientras siga siendo así, mientras esté de nuestra parte el más atrayente de los recursos para el turista, por ser el más escaso en sus lugares de procedencia, poseeremos el más fuerte de los fundamentos para atraer a las corrientes turísticas. Pero esto no quiere decir que podamos tumbarnos a la bartola confiados y con la guardia baja; no olvidemos que hay algunos segmentos de la demanda a los que agrada satisfacer otras sensaciones y experiencias o incluso a los mismos amantes del sol y la playa que gustan de complementar su tiempo de ocio variando y disfrutando de algún complemento puntual añadido. Hay que indagar, pues, qué tenemos a nuestro alcance para cubrir estas necesidades, básicas en unos casos y complementarias en otros, pero siempre útiles para contentar mejor a nuestra clientela.

Muchos son los recursos complementarios existentes en nuestra zona -de índole paisajístico, cultural, medioambiental, costumbrista, festivo, etcétera-, que pueden ser ofrecidos como atractivos o enriquecimiento de nuestro producto turístico, pero dadas las fechas en las que nos encontramos, tan marcadas por la celebración de la feria "Lo Mejor de la Gastronomía" y otras jornadas dedicadas a ensalzar y a degustar auténticos manjares y delicias para el paladar, no puedo dejar de reparar en una de las más potentes motivaciones que podemos ofrecer al visitante: la gastronomía.

Alrededor de este recurso me gustaría realizar una especie de reflexión para establecer sus fortalezas y posibilidades (que son muchas) sin soslayar las inevitables debilidades o carencias (que algunas también tenemos). Pero, no teman, ni les voy a relacionar nuestra oferta culinaria, que estoy seguro ya podemos dar por conocida, ni les voy a someter a un sesudo repaso basado en un análisis DAFO. No me tengo por tan documentado ni tan profundo, eso lo dejo para los más sabios. Pero, repito, no me puedo sustraer a realizar una serie de simples observaciones que espero puedan perfilar la situación y las posibilidades que la gastronomía puede aportar al producto turístico.

Entre las fortalezas, lo primero en destacar sería la existencia de una oferta gastronómica cercana a los centros de alojamiento turístico (dentro de los mismos municipios) de gran nivel y variedad, tanto en la vertiente tradicional y casera como en la de elaboración más sofisticada y evolucionada, también llamada nueva o moderna. Especialidades regionales, nacionales e internacionales de toda índole están a la vuelta de la esquina asequibles para cualquier visitante. Otro punto favorable sería, para mí, la proliferación de jornadas y exhibiciones dedicadas a divulgar la existencia de las más ricas y diversas especialidades. Decenas de municipios celebran su semana gastronómica que tiene como colofón la espectacular demostración de Lo Mejor de la Gastronomía. El asociacionismo de profesionales empeñados en potenciar los productos de calidad y su buen entendimiento de lo que es la sana competencia en una generosa demostración de fortaleza y competitividad, que solo suele estar al alcance de los buenos, constituye otro de los puntos positivos. En vinos estamos ya a una altura considerable, nuestros caldos resisten la comparación con los más cualificados. De los postres no quiero ni hablarles para no babear sobre el teclado (ese Torreblanca lo que está consiguiendo, qué alarde).

Entonces, si tenemos buen producto, estamos, además, implicados en mejorarlo y en exhibirlo, tenemos grandes profesionales al máximo nivel, ¿qué nos falta? ¿Cuál es la debilidad que impide que la gastronomía juegue su papel como atractivo turístico? He ahí el quid de la cuestión: que no es un producto turístico. Nuestra gastronomía es un buen recurso pero como no se comercializa entre los turistas, no se convierte en producto turístico. Si la gastronomía no aparece en los paquetes turísticos -impresos y mentales?-, es decir, si el turista no sopesa, no evalúa este recurso a la hora de elegir su destino de vacaciones, si no forma parte de sus motivaciones de decisión, nuestra gastronomía no traspasa la frontera del recurso para convertirse en producto. Y esta sí que es una deficiencia y una pérdida de competitividad turística.

Pues bien, llegados hasta aquí, creo que debo proponer y propongo que se incentive la creación de una oferta o paquete denominado "Dinning Out" consistente en incluir una experiencia gastronómica junto al alojamiento y demás complementos propios de la estancia turística. Solo facilitando esta posibilidad, dando a conocer lo que tenemos, podemos alcanzar la diversificación y mejorar la cualificación de nuestro producto turístico. Este programa "Dinning Out" (que no es más que una "joint venture" entre hotel y restaurante para conseguir que una noche el cliente salga a cenar), bien merece ser experimentado con un apoyo promocional específico. La publicidad es más útil si recomienda algo concreto y esta podría ser una de esas concreciones publicitarias encaminadas a perseguir la necesaria diversificación. ¿Cuántos turistas participan en las jornadas y exhibiciones gastronómicas existentes? Muy pocos. ¿Cuál es la causa? En mi humilde opinión, creo que se debe a que no orientamos la difusión hacia ellos. Solo nos enteramos nosotros, los vecinos. No es que se ignoren los eventos que se organizan, es que a ellos, a los turistas no les llega porque no utilizamos sus circuitos habituales de divulgación. Habrá que trabajar más ese campo utilizando sus herramientas y adaptándonos a su realidad circunstancial.

El buen comer y el bien beber puede constituir un complemento apreciable para fidelizar un buen número de visitantes. Rentabilicemos, pues, la gastronomía en todo su potencial. No conozco a nadie que olvide una buena experiencia de esta naturaleza. Así que desaprovechar este recurso, con lo que vale (y lo que cuesta), no dar los pasos para convertirlo en producto turístico es la asignatura pendiente, una torpe pérdida de oportunidades y el despilfarro de un valioso recurso.