Todos llevamos, a la manera del Mono Jojoy, un GPS en los zapatos. Todos estamos localizables. A todos nos apunta un fusil de mira telescópica desde alguna azotea. Ahora mismo, mientras esperas el autobús preguntándote si la huelga fue un éxito, un fracaso o si terminó en tablas, una cámara de vídeo te observa de forma rutinaria. A lo mejor, son dos las cámaras, o tres, depende de que haya un Ministerio cerca, o de la intensidad del tráfico de la zona. Ahora mismo se está poniendo en marcha una reforma laboral que es un revólver dirigido contra tu cabeza, un revólver con sus seis balas: la del despido por causas objetivas, la del pensionazo, la de la negociación colectiva y otras tres en las que no caigo. Si no te dan con una, te darán con otra. Ya nunca irás tranquilo al trabajo (si lo tienes) ni a la oficina de empleo (si no), ni te jubilarás con la seguridad de que el Estado te devolverá parte de lo que le entregaste. Todos, a efectos prácticos, pertenecemos a un ejército enemigo. Todos somos radicales. Todos ganamos más de la cuenta. A todos se nos debe colocar un GPS en los zapatos para dispararnos con la Reforma Laboral cuando sea preciso. Y no sólo en los zapatos, también en el dobladillo de la bata de andar por casa, para que la autoridad competente sepa si nos encontramos en el baño, en el cuarto de estar o en la cocina.

Lo del dispositivo de seguimiento, que hasta ahora sólo nos sonaba de las películas de espías, ha dado el salto a la realidad a través del Mono Jojoy, para que prestemos más atención a la palabra terrorista que a las siglas GPS. Pero lo cierto es que esos zapatos que te acabas de comprar en los grandes almacenes de tu barrio vienen ya, probablemente, con el GPS de serie. Quiere decirse que eres un perseguido de serie, uno más, un perseguido del montón. No intentes, al llegar a casa, desmontar el tacón o la suela, para eliminarlo, porque los dispositivos que usan para la gente normal son inmateriales, como el alma. Pero si te pierdes en un burdel, te localizarán; si pasas más tiempo del debido en el cuarto de baño de la fábrica, te localizarán; si huyes con el coche, te localizarán. Ese calor que sientes en la nuca es el aliento de las nuevas leyes laborales, un aliento como de boca de cañón cuya carne eres tú.