En los Estados Unidos comienza a preocupar el home-grown terrorism, el terrorismo casero. Sin duda que tiene causas muy variadas, pero conviene reconocer la parte que han tenido los gobiernos occidentales y, en particular, el de los Estados Unidos en todo este embrollo. Resumamos.

1. En tiempos de Carter desestabilizaron Afganistán. Al Qaeda, Osama bin Laden y los talibán fueron fomentados por los servicios secretos estadounidenses para enfrentarlos al Ejército Rojo que acudía a Afganistán a ayudar al gobierno laico y comunista de Kabul desestabilizado previamente. La versión wahabista y salafista del Islam, proveniente de Arabia Saudita, fue utilizada para encender los ánimos de los yihadistas contra los infieles, ateos y «rojos».

2. En la lucha contra el Ejército Rojo, se convocó a una especie de «Brigada Internacional» en la que «muyahidines» de todo el mundo acudieron a luchar contra el infiel. Estos «brigadistas» regresaron a sus respectivos países enfervorizados. Fueron los llamados «afganos».

Conclusión provisional: No todo el papel hay que atribuírselo a los Estados Unidos y a Inglaterra, pero algo tuvieron que ver en el fortalecimiento de estas opciones. De hecho, Al Qaeda (la base) se llama así porque Bin Laden llevaba la «base de datos» de los pagos que había que hacer a los freedom fighters, luchadores por la libertad aliados, antes de que se convirtiesen en fundamentalistas, machistas, radicales y todo lo que ahora se sabe de ellos y entonces, por lo visto, no eran.

3. En 1998, algunos yihadistas que empezaban a volar con sus propias alas, pusieron bombas en embajadas estadounidenses, respondidas con exceso de fuerza y escasez de precisión en los objetivos por parte del presidente Clinton. El asunto de Israel-Palestina se enconó.

4. Llegó el 11-S 2001, en parte como respuesta. La reacción estadounidense ahora fue extrema. Se invadió Afganistán por motivos oscuros (tal vez porque había que descargar la agresividad en algún sitio) y, por motivos todavía más oscuros, Iraq.

5. Los servicios secretos habían «cocinado» la información para que encajase con las decisiones tomadas por el gobierno estadounidense, pero sabían bien (y Eliza Manningham-Buller, entonces directora del MI5 inglés, lo ha dicho en audiencia pública en julio) que era muy probable que con esta sobre-reacción se consiguiese exacerbar al grupo de radicales que, con esto, se han ido fortaleciendo cada vez más.

Segunda conclusión provisional: Los excesos militaristas de los Estados Unidos son un factor a tener en cuenta (no el único, por supuesto) en el aumento de ataques terroristas. Por cierto, muchos de ellos en territorios habitados por mayorías musulmanas.

6. Las prepotencias y las muertes de inocentes en Afganistán, Iraq y Pakistán a manos de soldados, contractors (seguridad privada) y «drones» (aviones teledirigidos), ha enardecido todavía más los sentimientos radicales hasta incluir a ciudadanos ingleses o estadounidenses de ascendencia en país de mayoría musulmana o con religión musulmana que entienden que se trata de un ataque de «Occidente» (los «cruzados») en general y de los estadounidenses en particular contra el Islam. En la medida en que la cosa es más difusa y turbia, peores consecuencias tiene.

7. La falsa presentación por parte de las autoridades occidentales de que «todo es Al Qaeda» (absolutamente falsa: son varias las organizaciones implicadas), el racismo subyacente y constante y las frustraciones adicionales producidas por la crisis económica, han generado una espiral de acción-reacción por parte de los islamófobos que, en profecía que se autorrealiza, han conseguido enfervorizar ahora no sólo a los ajenos sino también a algunos de los propios y han aumentado el deseo de hacer algo por parte de los que aparecen en el punto 6.

Conclusión todavía más provisional: Aunque el presidente Obama (y antes Bush II) diga que no están en guerra contra el Islam sino contra los terroristas, las percepciones por parte de sectores importantes de un lado y de otro están cristalizando. Unos amenazan con quemar Coranes, otros salen de manifestación contra un centro musulmán (no mezquita) a dos manzanas de la «zona cero», otros gritan en las calles contra los Estados Unidos y otros preparan atentados. Sólo falta un ataque a Irán (directamente o por Israel, su aliado) para que la cosa tenga efectos colaterales no sólo en Irán. De nuevo, eso es lo que no quisieron ver los que redujeron el problema a lo puramente militar y ahora saben que no se podía hacer. El papel de los Estados Unidos en este problema no es sólo de víctima del 11-S, sino también de co-autor del problema como bombero pirómano con la yesca muyahidín. (Continuará...).